Alejamientos familiares, insultos, humillaciones públicas, prohibición de libros, esclavitud moderna, maltrato físico, abuso psicológico y agresión sexual. Esta es sólo una lista de la cantidad de faltas que habrían cometido las Siervas del Plan de Dios, organización de religiosas estrechamente relacionada al Sodalicio de Vida Cristiana, fundado a inicios de la década de los 70 por Luis Fernando Figari, religioso acusado de diversos abusos sexuales y psicológicos.
Las denuncias recién comenzaron a salir en el año 2015, cuando Pedro Salinas y Paola Ugaz lanzaron el libro “Mitad monjes mitad soldados” sobre la rama masculina del Sodalitium. Por aquellos años, una joven Camila Bustamante interactuaba con la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y había dedicado casi toda su vida al Sodalicio, pero la aparición de esta publicación le abrió los ojos y la motivó a investigar el ambiente en el que se desenvolvía.
Bustamante es actualmente una destacada periodista chilena, que en su juventud se formó en una parroquia sodálite de Santiago, pero que hoy relata con cierto pavor los episodios que le tocó vivir, así como lo que atravesaron sus hermanas en la fe.
Sodalicio
—¿Cómo recibieron tu libro en Chile?
—El caso Karadima (y los casos de abusos en la Iglesia) son casos que están en la agenda de los medios. Cada vez nos hemos sorprendido con la gravedad de los casos, que implican a niños y adolescentes, y en los últimos años han salido abusos a mujeres en el ámbito eclesial. En Siervas hacemos foco en los abusos que comete una mujer hacia otra mujer y no se ha hablado mucho. Siempre generan interés estos temas por el contexto que ha vivido Chile respecto a ello.
—¿Cómo logras entrar en las Siervas del Plan de Dios?
—Partí muy adolescente, conociendo al Movimiento de Vida Cristiana. Me vinculé a través de la confirmación, de actividades solidarias, de la Cristiada, del Convivio, etcétera. Yo me vinculo al movimiento, en ese lugar vivian sodálites y conozco a las Siervas, que hacían apostolado, que participaban de esta parroquia, que trabajan con jóvenes y empiezo a participar de sus rutinas de manera normal al inicio. Y luego se va dando una búsqueda vocacional de los dos estados de vida que se promovían (ser monja o casarse). En caso de que tu vocación era ser monja, a Dios no se le podía hacer esperar y la respuesta era muy pronta en términos de edad. Estuve discerniendo mi vocación.
—¿Y en qué consistían los discernimientos?
—Eramos nombradas como candidatas y las jóvenes vivíamos como Siervas, participando en sus actividades comunitarias privadas, una oración intensa, con un horario estricto. Hacía planes de vida en unos Excel detallados de actividades por horarios, donde se refuerza el estudio, las actividades comunitarias. Uno así identificaba si Dios quería la vocación para ti y para ello tenía que hablar con voces experimentadas y espirituales, que eran consideradas la voz de Dios. Te hablaban de tus problemas de niña, de adolescente, y en ese periodo tenía que volcarme al 100% al discernimiento, un tiempo muy corto de tres meses, que es un periodo muy acotado para jóvenes de temprana edad, incluso adolescentes.
—¿Cuáles son los criterios de discernimiento?
—Abordo en mi libro la identificación de posibles Siervas, cuento testimonios donde las monjas se juntabas en salas haciendo listas de jóvenes que —según ellas— podrían tener vocación, sin ninguna evaluación detrás. Hay chicas espirituales, chicas totalmente alejadas a la religión o que han tenido dudas que son incluidas en esa lista.
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—Las Siervas pedían acciones para cumplir el Plan de Dios, ¿a qué te refieres?
—En base a los testimonios que pude captar, más de 30 testimonios, lo que me han contado y lo que puedo contar a partir de mi experiencia es que tu vida entera se vuelca a las Siervas. Te prohíben juntarte con gente que no te llevan a Dios o actividades como ir al cine a ver una película, algo tan cotidiano. Tienes que pasar muchas barreras: tienes que decir con quién vas, a dónde vas, a qué vas para esta acción. (Las Siervas tienen) una nube de dudas sobre la intención real detrás de cada acción que tomas. Por ello, conversas con tus director espiritual para revisar las acciones de tu día a día.
—¿Prohibían leer ciertos libros?
—En mi experiencia, cuando yo era cercana a las Siervas apareció el caso Karadima, yo estudiaba Periodismo y el caso tuvo una relevancia comunicacional, ya que el trabajo periodístico dio a conocer los abusos que sucedían. En la universidad me piden leer un libro sobre dicho caso y mi consejera espiritual me ordena saltarme hojas del libro relacionadas a los abusos. Yo, obediente, como fiel seguidora, hablé con mi profesor de la universidad para que me permita no leer el libro y, como no pude sacarme la evaluación, leí el libro a partecitas, ya que ese libro, según las Siervas, “me iba a dañar el corazón”.
—¿Se puede hablar de maltrato físico y mental?
—Totalmente, en las Siervas hay manipulación para entrar a las comunidades, los casos son incontables, el daño que han generado es cuantioso. Todas las Siervas que conozco tienen tratamiento psicológico y psiquiátrico, con medicamentos y problemas de ansiedad por lo que han vivido, por el estrés que han vivido y los maltratos. Se han dejado de tratar enfermedades dentro de las comunidades de Siervas, y estas se agravaron y aparecieron nuevas enfermedades.
—¿Qué tipo de enfermedades?
—Son enfermedades de base, pero —por orden de las autoridades— las jóvenes tuvieron que dejar los tratamientos. Las autoridades decían: “No necesitas esta pastilla, en realidad lo que te va a hacer bien es rezar más. Es idea tuya”. Pese a ello, los padres seguían invirtiendo en tratamientos, pero a ellos se les quitaba los medicamentos porque las Siervas “teníamos que ser recias”. A nadie nos ha puesto una pistola en la cabeza, pero la manipulación paulatina hacer que la autoridad sea asumida porque es la “voz de Dios”.
—¿Había discriminación contra las personas obesas?
—En ese sentido, en el aspecto del cuerpo hay algo importante y llamativo. En la propia banda de rock de las Siervas, tú las ves atractivas en términos de juventud, de personas frescas, llenas de vida, jóvenes bonitas, son personas que a la vista te agradan. Los que conocen a las Siervas dicen: “Son monjas jóvenes y bonitas”. Suena superficial, pero tiene un trasfondo: las Siervas hacían dietas excesivas sin revisión médica para las hermanas que estaban fuera del parámetro que estaba aceptado y el argumento que daban las autoridades es que una sierva gorda es poco apostólica. En base a ello se les sometía a las chicas a tratamientos sin supervisión, generando otras enfermedades y baja de defensas.
—Hay mucha exigencia física también.
—En las Siervas hay la creencia de que una Sierva es recia y se debe soportar todo: los maltratos y las órdenes absurdas de la autoridad, hasta el dolor físico por ciertas cosas. El caso de una joven que tuvo un accidente (en Chosica) y que, pese a haber sangrado, tenía que terminar su misión. Casos como este hay muchos: casos de jóvenes que se cayeron y tuvieron heridas graves, o jóvenes con alguna enfermedad o dolencia que tenían que aguantarse porque como sierva recia no podían demostrar hacia afuera que había dolor, incomodidad, sueño, frío, cansancio. Y eso ha agravado situaciones médicas: jóvenes con problemas intestinales que por no ser tratados a tiempo se van agravando y no se tratan porque no puedes demostrar incomodidad. Tienen que verte feliz y anunciando a Dios, eso implica robotizar a las religiosas. Mucha gente en forma de broma decía: “Estas monjas son marcianas”, porque se terminaba homogeneizando la vida y la forma de actuar de las Siervas. Todas se mostraban felices, iguales, actuando de la misma forma, nunca les pasaba nada.
—¿Hubo humillaciones públicas?
—Eso es muy frecuente. Una forma de corregir es humillar públicamente, siempre hay una autoridad que lidera la humillación, burlándose de una persona, gritándola, tratándola de que tiene solo dos neuronas, con palabras groseras que uno ni siquiera en un contexto familiar lo dice. El objetivo de estas humillaciones es forjar la voluntad de las religiosas, hacerlas recias y que no tenían que quedarse en la forma, sino en el fondo: si te humillaban, es porque la autoridad quería hacerte más humilde y reflexivo. Ello pasó a ser parte de la vida cotidiana, las humillaciones se normalizaron, nadie alzaba la voz.
—En el Sodalicio ha habido todo tipo de sujeciones.
—Algo que en estas instituciones hay es abusos de poder y escaladas de violencia en las relaciones de las personas, eso llega a la abuso sexual. Entender el abuso sexual entre mujeres es difícil, pero lo he podido corroborar en las Siervas. Las Siervas son un espejo de lo que hemos visto en el Sodalicio. La mentalidad de Figari llegó mucho más profundo de lo que pensábamos y no lo vimos.
—Es sujeción sexual.
—La condición de la persona, ya sea homosexual o heterosexual, no está en cuestión, sino el abuso de poder y tiene que ver con las características sectarias de esta organización: hay una líder carismático al que le rinden culto, hay una vivencia de la autoridad absoluta, y la obediencia y el abuso sexual se da como resultado de una escalada de violencia que se da con el abuso del poder.
—La lealtad de las Siervas a Luis Fernando Figari ha seguido.
—Cuando empecé a hacer la investigación, yo quería escribir el origen de las Siervas y Figari empezó a desparecer poco a poco de la historia de las mismas, pero él fundó las Siervas, les puso el nombre, definió el uniforme. Las monjas se vestían delante de él, definió los estatutos. Él decidía sobre los muebles que se debían usar, a quiénes debían llevar una clínica o no. Figari estuvo metido en lo más profundo de la historia y, a pesar que lo quisieron borrar, lamentablemente es muy difícil borrarlo cuando tomó decisiones tan importantes.
Paola Ugaz es quien, junto a Pedro Salinas, reveló el caso Sodalicio. Foto: Marina García Burgos
—Figari decidía por tu vida.
—Figari decidía qué monja se iba a tal país y, cuando Figari desaparece, seguía en contacto con la institución, recibiendo visitas, conversando con autoridades. Muchas jóvenes entraron porque Luis Fernando les decía que él las veía en sus ojos como Siervas. La hermana Andrea García tenía esa misma función, decidir qué aspirantes podían ser Siervas. Tenía el ‘don’ de identificar la vocación de las chicas y se hacían planes para que ella se pusiera delante de jóvenes con tinte vocacional, se jugaba con su respuesta a Dios. Se escogía a dedo quiénes iba y quiénes no. “Si yo le toco el brazo, es sierva”, decía, sin ningún criterio, sin ninguna profundización.
—Es un casting al ojo.
—Es totalmente frívolo, es un casting. Y luego del casting parte el reality show: el seguimiento de tu vida. Y se hace una carpeta de todos los aspectos positivos o negativos que te hacen sentir Sierva. Hay pizarras de jóvenes que debían y las que no debían entrar. Son personas que hablan del plan de Dios, pero que escogen a dedo quién sí y quién no. Hay criterios estéticos pero también sociales, por ahí alguna entrevistada encargada de la captación decía que las Siervas tenían una predilección por las chilenas de clase alta. Decían: “Una sierva chilena vale por cinco o 10 peruanas”. Ese criterio es tremendo, de influencia, pero de número.
—Esto es xenofobia.
—Sí, hay muchos casos de jóvenes de estratos bajos que eran tratadas de una manera horrible, nunca accedían a beneficios como poder visitar a tu familia de forma seguida, estar en la habitación con la autoridad, comer fuera de horario, pero en el contexto rígido que se vivía eran beneficios. A ellas las ocultaban, y el tema racial y socioeconómico fue muy importante.
—¿Hay casos de esclavitud?
—Sí, es doloroso ver la servidumbre a las que se somete a las personas, se enfocaban en satisfacer los deseos de la autoridad, como llevar chocolates en la madrugada, lavarles la ropa interior, recoger las heces de sus mascotas, hacerles las tareas. La servidumbre ha sido humillante, el maltrato que hay a ese nivel.