La reanudación del peregrinaje por la festividad de la Virgen de Chapi al santuario de Polobaya trajo menos fieles comparado a periodos previos a la pandemia de COVID-19. Feligreses y personal apostado en el recinto religioso notaron la disminución de personas.
“Ha bajado bastante, yo me acuerdo que esto (la explanada) se llenaba”, señaló el ciudadano Wilmer Ramos (30), quien vino caminando desde el sector de Siete Toldos (14 kilómetros) para participar de la misa central del mediodía. Indicó que va desde los 7 años al santuario y opina que la disminución de feligreses es por la aparición de nuevas religiones y “el libertinaje”.
El voluntario de la Cruz Roja Javier Rodríguez también notó una disminución de gente. Estima que asistió solo un 30% del periodo previo a la pandemia. Por ejemplo, antes las atenciones médicas de la Cruz Roja llegaban a 1.800 peregrinos, pero este año fueron 600.
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En la víspera del 30 de abril, los vendedores ya notaban una disminución de afluencia. Algunos responsabilizaron a que, en un primer momento, se informó que se pediría el carné de vacunación contra la COVID-19, pero al final no se exigió el documento.
Otros feligreses apuntaron a las restricciones como causa de la asistencia disminuida: el impedimento de acampar en la explanada o la no realización de la serenata ni de la procesión.
No obstante, quienes siguen concurriendo al santuario de Polobaya lo hicieron con fe, ya sea para agradecer o hacer pedidos a la ‘Mamita de Chapi’.
“He venido para orar por la salud de mi madre”, señaló el ciudadano César Cabrera, quien llegó desde Ica. Indicó que era la primera vez que visitaba el santuario y que conoció de la Virgen de Chapi por su hermano. Se fue de Arequipa portando una figura de yeso de ‘La Mamita’.
Otros llegan al santuario para “pagar” deseos concedidos. “La virgen me ha concedido muchas gracias, entre ellas, mi casita”, dijo Rosario, una vecina de Sachaca que acudió caminando con su hija desde Siete Toldos. Indicó que empezará a cumplir su promesa tras la gracia concedida, que consiste en el peregrinaje de tres años.
Y aunque estaba apenado por la disminución de feligreses, Wilmer Ramos refirió que siempre lo reconfortaba llegar al santuario tras una caminata y poder agradecer a la Virgen de Chapi. “Lo mejor es tener a mis padres y con buena salud”, contó a La República.