La arquitectura en el corazón de Lima tiene su propio lenguaje. El marco de casonas multicolores o el bloque de edificios en la Plaza San Martín o la Plaza Mayor hablan por sí solas. Hablan de historia, pero también de la silenciosa urgencia de una rehabilitación estructural no solo en la parte externa sino también en el interior. Si se hace un contraste con otras capitales, como la de Berlín o Buenos Aires, se puede comprobar que bucear en el corazón del Centro Histórico de Lima es, de alguna forma, dar un viaje únicamente al pasado.
De esta forma podría resumirse la visión del arquitecto José Hayakawa, quien también es presidente de Icomos Perú, una asociación de patrimonialistas que asesoran, por ejemplo, a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). El experto, en una conversación con La República, profundizó respecto del tratamiento adecuado que debería recibir el patrimonio arquitectónico de la capital de cara al Bicentenario.
La Municipalidad Metropolitana de Lima (MML) publicó a inicios del 2020 el Plan Maestro del Centro Histórico de Lima. En este proyecto el gobierno municipal anota que velarán por la recuperación integral del patrimonio en un lapso de 10 años, hasta el 2029, pero con miras al 2035. En este proceso se incluye: los usos del suelo, los proyectos públicos o privados, la fiscalización y más.
José Hayakawa, sin embargo, considera que el documento “tiene una serie de carencias significativas”. Además, asegura que “al haber sido aprobado sin considerar las opiniones de la población termina siendo un documento legal, pero no legitimado socialmente”. El hecho de omitir la mezcla del pasado con una arquitectura moderna, contemporánea, “termina congelando y empobreciendo” la verdadera agenda en este sector. “Solo estamos considerando aspectos formales o estéticos”, apunta.
“Dentro de las casonas hay problemas grandes de tugurización y hacinamiento que no están siendo abordados”, explica. Respecto a la restauración de balcones, precisa que no es el único elemento de identidad del Centro Histórico. “Esta especie de intervención fachadista, que solo se queda en la pintura y en el balcón, y no entran a los patios y no entran a los servicios higiénicos, a las zonas comunes de las casas, no mejoran la calidad de vida de la población”, complementa.
Una casona después de un derrumbe. (Foto: José Abanto)
PUEDES VER: Captan a clientes del ‘Ángel del Oxígeno’ para ofrecerles curar la COVID-19 con dióxido de cloro
“Se debería no solo conservar edificaciones o lugares preexistentes sino incorporar situaciones, usos y lugares de nuestro tiempo como siempre ha sido [...] La ciudad cambia y también tiene elementos que permanecen. Continuidad y cambio son procesos naturales de la ciudad”, plantea.
El arquitecto recalca, respecto al último siniestro del 29 de julio en el barrio de Monserrate, en el jirón Callao, que “ese incendio no es un problema sino un síntoma”. “Para hablar solamente del tema de los incendios, estos ya ocurrían antes de la pandemia y están ocurriendo en medio de la pandemia. No es un tema de coyuntura sino es un problema estructural que ha dejado de tratarse”.
Viviendas quedaron destruidas tras incendio en jirón Callao. Foto: URPI-GLR
Lo mismo pasó con el edificio Giacoletti. El 27 de octubre de 2018, para sorpresa de los noctámbulos, un cortocircuito la había transformado en una gran antorcha. Han pasado casi dos años y el edificio, el que fue el más moderno del siglo XX en la Plaza San Martín, es tan solo un rincón con paredes rotas y evidentes marcas de haber quedado estacionada en el olvido.
Incendio en el jirón Callao dejó varios damnificados. Han pasado dos años desde el siniestro del edificio Giacoletti. (Foto: Jorge Cerdán / Virgilio Grajeda)
“El Centro Histórico de Lima es un organismo vivo”, enfatiza el arquitecto. Los edificios deben volver al servicio de la ciudadanía, precisa, de lo contrario, el centro de la capital podría convertirse en “un cementerio o un mausoleo gigante de edificios siniestrados y abandonados”.
El Plan Maestro de la Municipalidad de Lima respecto a la restauración implica varias aristas. En esta se puede leer de forma sintetizada lo que se proyecta: “Un Centro Histórico de Lima revitalizado integralmente: en lo físico, social y económico; plenamente articulado a Lima Metropolitana en los aspectos espacial y funcional. Un Centro Histórico vivo, cultural y sostenible”.
Sin embargo, el municipio ha presentado una serie de dificultades cuando tuvo que intervenir el patrimonio arquitectónico del Centro de Lima. El principal problema, por ejemplo, es la búsqueda de un denominador común con los verdaderos propietarios de las casonas o edificios. La misión, además, no es solo la restauración sino también volver a conectar a zonas relegadas en los últimos tiempos como Barrios Altos y el barrio de Monserrate.
El trabajo de cara al Bicentenario como cualquier trabajo en nombre de la patria tendrá un camino espinoso pero dependerá de los representantes encontrar la fórmula correcta para darle una dosis de modernidad al cosmopolita perímetro de la capital: el Centro Histórico de Lima.