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Sociedad

COVID-19 en la Amazonía: “Somos unos fantasmas para el Estado”

Abandono. Organizaciones académicas y de base alertaron a las autoridades peruanas por el abandono e indiferencia que afecta a las comunidades nativas de nuestra Amazonía amenazadas por la propagación del coronavirus.

María salió beneficiada con el bono de 380 soles autorizado por la administración Vizcarra, sin embargo, ella y sus tres hijos viven a más de tres horas en peque-peque de Pucallpa, capital de Ucayali, donde está la agencia del Banco de la Nación. Hasta hora no puede ir porque no hay servicio de transporte. Dice que el MIDIS está estudiando su caso.

José trabaja como carpintero en las afueras de Iquitos y teme haber contraído el coronavirus por su trato con varios infectados. No se atreve a retornar a su comunidad nativa por temor a contagiar a su familia. Y no figura en la lista de beneficiados con el bono de 380 soles.

Jesús vive en Shepeteari, una comunidad nativa matsigenka vecina a los territorios amarakaeri, en las selvas de Madre de Dios. Sus antepasados vivían de la caza y de sus pequeños sembríos. Pero con la invasión de colonos ahora dependen de las bodegas donde los precios han subido desde que empezó la cuarentena. No sabe si salió beneficiado con el “bono de Vizcarra”.

Para la burocracia limeña, Jesús, María y José son miembros de una homogénea lista de comunidades nativas, pero lo cierto es que no tienen nada de homogéneos y lo único que los une es la indiferencia del Estado y su condición de comunidades originarias.

“Loreto, la mayor región amazónica, tiene el primer lugar de infectados después de Lima. La pandemia del COVID-19 está golpeando al Perú y sobre todo a la población más vulnerable, los pueblos indígenas, sin embargo, irónicamente, estamos invisibles por los defectos de enfoque en los registros y estadísticas nacionales. No se sabe cuántos indígenas amazónicos estamos infectados, simplemente, porque nuestras comunidades están ‘muy lejos’. Si no llegan ahí las autoridades, menos todavía llegarán las pruebas de despistaje (serológica y molecular), los bonos de emergencia estatales pensados para realidades urbanas. Injusticia e invisibilidad que va cumplir 200 años de un Estado de espaldas a nosotros, más allá de leyes, proyectos o promesas”, reza el comunicado publicado por la Asociación Interétnica de la Amazonía Peruana, AIDESEP.

A esta queja se suman los dirigentes de la Organización Regional de Pueblos del Oriente (Orpio) quienes sostienen que el bono del Estado no ha llegado a las comunidades indígenas. “Solo se quedaron en los distritos más grandes y zonas urbanas. Los hermanos indígenas que se encuentran atrapados en Iquitos no pueden acceder ni a los programas sociales, ni al bono de 380”, reveló Jorge Pérez, presidente de Orpio.

Como se sabe, solo en Loreto, la región amazónica más grande del Perú, existen 1.207 comunidades nativas reconocidas, “muchas de estas se encuentran a grandes distancias de las ciudades y la única vía de acceso o salida es por transporte fluvial, además, la telefonía móvil no llega a la mayoría de estas comunidades y ya no cuentan con telefonía rural, por lo que se sabe muy poco de cómo se encuentran enfrentando la emergencia nacional”, se queja Pérez.

Ambas organizaciones coinciden en criticar el accionar del Estado en esta Emergencia, pese a que Loreto figura como la segunda región con más afectados por el coronavirus.

Aidesep también reclama la focalización de brigadas médicas fluviales en la zona fronteriza con Brasil. Esto es avalado por un reciente documento de la CAAAP(*) donde se revela que Manaos, la ciudad brasileña más cercana a Iquitos, ostenta el triste récord de ser la ciudad amazónica con mayor población infectada de coronavirus, seguido por la peruana Iquitos. La carencia de acciones de emergencia del Gobierno de Jair Bolsonaro amenaza con afectar a las comunidades indígenas ubicadas en la enorme frontera que une ambos países.

“En la extensa frontera con Brasil en Loreto (río Yavarí), Ucayali (ríos Yurúa y Purús), Madre de Dios, se suma el peligro adicional a los pueblos Matsés, Tikunas, Yaguas, Ashéninka, Yine, Yaminahua, Sharanahua y otros más. Urgente focalizar brigadas médicas fluviales en esas zonas fronterizas”, sostiene el comunicado de Aidesep.

En el mismo informe de CAAAP dedicado al impacto del coronavirus en la Amazonía, se demuestra que categorizarlas a todas ellas como homogéneas es un terrible error. Insisten que en el imaginario popular se consideran como alejadas”, “dispersas” y que, en consecuencia, es “complicado acceder a ellas”. “Su lejanía, aparentemente, no las ubica en los dilemas del mundo moderno y, supuestamente, están seguras del padecimiento de enfermedades y conflictos nacionales e internacionales”. Nada más alejado de la realidad.

A mediados del siglo XX, los misioneros dirigidos por el reverendo padre José Álvarez, más conocido como “Apaktone” (“abuelo sabio” en lengua harakbut) dejaron testimonio de las epidemia que casi exterminaron a los nativos. Los harakbut no tenían defensas contra virus y bacterias que trajeron los caucheros, soldados, colonos y los propios misioneros. Hasta la fecha, los “abuelos” recuerdan epidemias de gripe y de sarampión, esa terrible muerte que trajeron los wayris (foráneos). El problema es que ahora se cree que esos males, incluyendo el coronavirus, pueden ser contagiados por los turistas, un sector que generó numerosos puestos de trabajo entre los nativos.

Será por eso que otras comunidades nativas tan lejanas como los asháninkas o los awajún se sumaron a las medidas de emergencia con el cierre de sus territorios ancestrales. Una medida que es aplicada por sus grupos de ronderos.

A estos reclamos se sumó la Escuela Académico Profesional de Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En un pronunciamiento, ellos aducen que los pueblos indígenas de la Amazonía son más vulnerables a la pandemia del COVID-19 debido a su limitado acceso a los servicios básicos como agua potable y atención médica.

A estos reclamos se sumaron, en los últimos días, entidades como la Confederación Nacional Agraria, la Unión Nacional de Comunidades Ayamaras, la Conap, la CCP y la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas y Nativas del Perú.

Esto demuestra que el coronavirus logró unir a gremios y federación indígenas.

Luego arrasar en medio mundo, el COVID-19 se expande como un fantasma por la América amazónica. Estamos advertidos.

(*) Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica

Manaos e Iquitos, las ciudades con mayor cantidad de contagiados y víctimas fatales

El reporte diario que nos ofrece la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) nos muestra con números la evolución e incidencia que la pandemia mundial del COVID-19 está teniendo en la Panamazonía. Es así que el reporte del jueves 9 de abril evidenciaba 2.466 casos confirmados en cifras totales. En términos de víctimas mortales ya se cuantifican, oficialmente, 93.

Pero ¿qué índice de mortandad se está registrando, de momento, en la región Amazónica? De esos datos se extrae un 3,7 % de mortandad, un porcentaje similar al que registra, por ejemplo, en términos nacionales Perú.

Por el momento, los casos de coronavirus en la Amazonía se concentran en las grandes ciudades, con especial protagonismo de núcleos grandes como Manaos (Brasil) e Iquitos (Perú). Ya que el monitoreo de la REPAM se realiza con base en las jurisdicciones eclesiásticas, cabe mencionar que el Vicariato de Iquitos supera los 300 casos, con tres fallecidos, mientras que esa cifra en el caso de la Arquidiócesis de Manaos está ya cerca de los 816, con 34 víctimas mortales a la fecha.

El dato

Nuevos virus. Los expertos coinciden ahora que la deforestación, caza ilegal y colonización de la Amazonía está originando la aparición de nuevos virus. No necesariamente tan mortales como el COVID-19, pero potencialmente peligrosos.

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