Es el árbol nacional. Tiene propiedades medicinales contra la malaria y el paludismo y se ubica solitario en el lado derecho del escudo patrio, bien plantado, algo frondoso, sobre fondo blanco.
Es el árbol de la quina (Cinchona officinalis) y en algún momento nos llenó de orgullo por haber salvado millones de vidas, pero hoy está al borde de la extinción.
Este prodigioso árbol está ahora en boca de todos, y puede ser la cura para el coronavirus, esa afección respiratoria que surgió en Wuhan, China, que tiene a todos paranoicos en el mundo y que la OMS alertó que podría convertirse en pandemia.
Hay esperanza. Un estudio clínico realizado en China, en la urgente búsqueda de un medicamento contra el coronavirus, identificó una sorpresiva eficacia en el tratamiento con fosfato de cloroquina, un compuesto sintético relacionado con el árbol de la quina. Los científicos descubrieron que este compuesto combate el virus mejor que cualquier otro tratamiento aplicado con anterioridad.
Aunque no hay un inventario de la cantidad de árboles de la quina en el Perú, se estima que podría haber entre 500 y 1.000 unidades, desperdigados en zonas de bosques húmedos del país.
El árbol de la quina cobra relevancia. Una vez más un producto nativo, como lo fue la papa que salvó a la humanidad de la hambruna, se ubica en la palestra de la comunidad científica.
¿Será la cura definitiva para el coronavirus? ¿Se tranquilizarán los mercados y volverán a la normalidad? Aún no lo sabemos. Ahora más que nunca, urge sembrar estos árboles medicinales y para ello es importante lograr una sinergia entre el sector público y privado.