Liz Ferrer Rivera
Darío Gallegos Acero (69) muestra orgulloso las paltas, granadas y manzanas que crecen en su huerto en el Valle de Cinto. Cuando llegó a la provincia Jorge Basadre, región Tacna, en los años ochenta, Cinto era un valle muerto, sin vegetación por la falta de agua. “La minera se llevó el agua. Sin esta, la tierra muere”, comenta Darío, teniente gobernador del valle.
Cinto se ubica en la provincia Jorge Basadre, a 20 minutos en viaje en auto desde Locumba, la capital de la provincia. Manuel Mendoza Flores, presidente de la Asociación de Agricultores de la Irrigación del Valle de Cinto, relata que hay información histórica de 1565, que da cuenta que Cinto era un valle vitivinícola. Su mayor apogeo fue en 1800.
“El inglés Mariano Adrian Ward se instaló en Cinto en 1871 y trajo mayordomo chinchano, José Lévano Trillo. Ahí se crea la Hacienda Ward, que producía vino y lo exportaba a Europa”, dice señalando a una casona antigua que sobrevive en la cima de un pequeño cerro en Cinto. Sus paredes son de adobe y carrizo y sus techos tipo mojinetes, característicos de la época.
A los pies de esa cima, están los restos de lo que fue la bodega y el sistema de fermentación del vino que creó Ward. Se observa tinajones enterrados en el suelo y canaletas por donde discurría el vino. Para probar la historia, Manuel muestra también el antiguo cementerio de Cinto donde yacen los restos de algunos de los descendientes de la familia Lévano.
Durante y después de la guerra con Chile (1879-1884), Ward continuó produciendo vino. La invasión y ocupación chilena (que se prolongó hasta 1929) trajo consigo un ambiente hostil para los negocios, lo que llevó a Ward a retirarse de Tacna y dejar a Lévano encargado de sus viñedos y bodega. Manuel comenta que con el tiempo Lévano llegó a comprar el fundo junto a otros lugareños.
El Valle de Cinto era alimentado por el río Cinto, cuyo cauce pasa a través de sus más de 700 hectáreas. Las aguas de ese río son de buena calidad, aptas para la agricultura y consumo humano, pues sus nacientes son de manantiales en la cordillera andina. En la década del 50, alrededor de 300 hectáreas de Cinto fueron compradas por la minera Southern Perú, que inició la operación de sus minas Toquepala (Jorge Basadre, Tacna) y Cuajone (Moquegua). La compañía, según los agricultores, represaron el afluente y así se secó.
Southern además perforó tres pozos de agua subterránea para tratar de mantener el valle pero con el inicio de la Reforma Agraria (1969), el Gobierno obligó a Southern a mantenerse solo en su actividad extractiva. Los pozos fueron sellados por poca producción. Sin el río, Cinto entró en un periodo de sequía. La falta de lluvias hizo que muriera el valle. Como prueba de lo dicho, Manuel muestra documentos. Uno de ellos es una carta notarial de Southern a la Dirección de Reforma Agraria en 1971. En aquella época el Gobierno estaba interesado en recuperar terrenos eriazos para la agricultura. La minera responde que sí es propietaria del valle.
“La compañía adquirió dicha propiedad (Cinto) con el propósito de adquirir los derechos de agua hacia el complejo minero de Toquepala para su uso minero y doméstico (…) El traslado físico de la totalidad de las aguas se realiza desde 1959, fecha en que se dio inicio a la explotación de Toquepala”, se lee en la carta de Southern.
Manuel Mendoza, Darío Gallegos y Alejandro Serrano, agente municipal de Cinto, llegaron al valle con distintas edades a finales de los años ochenta, provenientes de otras provincias de Tacna, además de Puno y Moquegua. Sus padres y ellos creían que Cinto podía resurgir. Ocuparon las tierras secas y destaparon los pozos sellados de Southern. En 1990 se inició los primeros cultivos.
“Primero pusimos pallar y dio bien. Luego pusimos frutales y también creció. Teníamos problemas con algunos lugareños, no había carretera, no había luz, se tenía que caminar horas para ir al pueblo más cercano, pero poco a poco se iba recuperando el valle”, recuerda Serrano.
A Mendoza se le entrecorta la voz cuando recuerda las promesas que le hicieron los candidatos y partidos políticos a su asociación en los últimos 20 años. Alguna vez los ilusionaron en darle modernos motores para extraer el agua. Nunca ocurrió. Ellos, 70 socios considerados invasores, colocaron el riego tecnificado.
En 2014 la asociación logró la nulidad de las 17 fichas registrales que tenía Southern a su nombre como propietario de Cinto. Southern no presentó ningún recurso de oposición y en 2015 los agricultores de la asociación lograron sus títulos de propiedad.
“De nosotros salió toda la inversión, con mucho esfuerzo. Muchos de los fundadores de la asociación han muerto y no llegaron a ver lo que hoy vemos: Cinto verde otra vez, Cinto exportando”, dice recuperándose de los malos recuerdos Mendoza.
Según el Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa), la exportación de Cinto registró 9 651 toneladas de productos agrícolas en 2019, lo que representa un crecimiento del 50% respecto a otros años. El destino principal es Chile, y los productos de mayor demanda son la palta en sus variedades hass y fuerte, además de sandía y zapallo.
Darío nos muestra sus cultivos de granada Wonderful. Su esposa Juana Tapia trabaja la tierra y Darío comenta que esta granada se exportará. “La tierra aquí es buena. Todo da: uva, plátanos, limón, rocoto, aguaymanto y papaya. El acuífero se tiene que recargar, sino otra vez vendrá la sequía”, advierte Darío.
El agricultor explica que el río solo tiene agua cuando Southern tiene excedentes en la parte alta y deja correr el agua por el cauce por falta de espacio para almacenamiento. De acuerdo a información de la Autoridad Local del Agua (ALA), Southern tiene una licencia de 150 l/s en la Quebrada Tacalaya (donde se origina las aguas de Cinto).
Mendoza añade también que desde hace cinco años su asociación tramita ante la ALA la regularización de la operación de los tres pozos que alimentan los campos. La última respuesta de la ALA fue negativa, rechazaron la solicitud. Mendoza destaca que la negativa fue por cuestiones de formas y no de fondo.
Hay que mencionar que en Cinto hay otras dos asociaciones de agricultores que aún están en proceso de formalización y no cuentan con títulos, o están en litigios judiciales.
La Asociación de Agricultores de la Irrigación del Valle de Cinto ha solicitado con un memorial al Ministerio de Agricultura la revisión de la licencia que la minera tiene sobre el río. Quieren una nueva mesa diálogo donde se discuta el tema. Aclaran que no quieren dinero, quieren que se retorne el agua.
“Nosotros pagamos impuestos y así aportamos al país. Son 300 hectáreas cultivadas que dan trabajo a miles en cada campaña. Estamos tratando de adecuarnos a la agricultura orgánica porque eso exige el mercado internacional. Queremos dar valor agregado a nuestros productos. Pero no se puede soñar si no se garantiza el agua y la vida del valle”, concluye Mendoza.