“Si no puedes levantar el brazo es tu culpa, si no sale bien es tu culpa”, le dijo una enfermera a Carmen Cutipa (47) en una establecimiento de salud cuando se fue a realizar unos exámenes rutinarios. Y es que situaciones como estas las han vivido cientos de mujeres con discapacidad que no se atreven a denunciar por temor a no ser atendidas. Hoy ellas luchan contra la violencia.
Carmen, quien lleva un cartel en la mano en el que se lee “Contra el miedo”, asegura que muchas de sus amigas fueron maltratadas psicológicamente por personal de salud cuando manifestaron su deseo de ser madre. “O cuando tienes una vida sexual activa o quieres recibir anticonceptivos, te miran mal. Nos piden acudir con un familiar o no nos toman en cuenta”, contó la mujer que se moviliza desde hace más de 10 años en una silla de ruedas, realidad que no le ha impedido realizar sus sueños. Hoy está casada y no tiene hijos porque así lo decidió.
Una situación similar vivió Luz María Vilches (45), quien de muy joven acudió a un establecimiento de salud para realizarse un examen general, pero el doctor le dijo que por qué había venido sola pues nadie la iba a ayudar a subir a la camilla. “Me sentí muy avergonzada y no volví por un chequeo hasta dos o tres años después. No tenía el empoderamiento que tengo ahora”, recuerda la mujer que también vive en una silla a causa de la polio, la enfermedad que la atacó desde que tenía dos años.
Ella no se rinde, sigue con una sonrisa, ha creado su propio trabajo y hoy dirige la Asociación de Artesanos con Discapacidad “Manos Creativas”. “Son muchos los problemas a los que me he enfrentado. Tuve que crear mi trabajo, aprendí manualidades y artesanías”, dijo.
Rosa María Juárez (41) tiene dos hijas. “Papá, por qué miras mal a mi mamá”, le dijo una de ellas hace unos años. Ella no podía ver las mirada de su pareja porque tiene visión limitada. Esas palabras la marcaron, le hicieron decidirse que no podía seguir soportando vivir con alguien que no la respetaba.
“Cuando me casé, la sociedad lo endiosaba porque decían que se había hecho cargo de mí. Sufrí bastante violencia psicólogica, fue como que me volví prisionera”, narra la risueña mujer, que asegura hoy ser feliz.
Rosa no encontró violencia solo en su matrimonio, sino también para encontrar un trabajo, pues se topó con mucha discriminación por parte de muchos de sus compañeros de trabajo. “La sobreprotección no es buena porque no nos permite defendernos. Mi madre lo hizo, pero sin querer hacerme daño. Sin embargo, tuve que conocer el mundo a la fuerza”, reflexiona.
Carmen, María y Rosa son parte del proyecto “Impulsando el derecho de las mujeres con discapacidad a una vida libre de violencia y discriminación” que evidencia las vulneraciones en derechos que tienen las mujeres con discapacidad. “Personas que no son incluidas en la educación, trabajo y acceso a la justicia”, dice Elizabeth Caballero, coordinadora del proyecto.
Lo que las mujeres buscan es que se entienda que existan necesidades específicas para poder atender a víctimas de violencia de género de mujeres en condición de discapacidad y que acaben las barreras de infraestructura, de acceso a la información de comunicación, también que no pidan acompañamientos de otras personas que brindarles el soporte que ellas requiere n na situación de crisis. Además, aseguran que tampoco hay suficientes espacios de apoyos a mujres violentadas.
“Hay mujeres en zonas rurales que no tienen acceso comisaría, que muchas veves no denuncian, que siguen viviendo y conviviendo con sus agresores”, dice Elizabeth.
Es entonces que la sociedad también juega un rol importante pues si se identifica un caso de violencia hacia una mujer con discapacidad, es necesario denunciar.
Ellas seguirán luchando.