Carlos Fernando Chamorro comenta, en entrevista con el programa ‘4D’ de LR+, el canal digital de La República, sobre la violación de derechos humanos en el Gobierno del dictador Daniel Ortega, sin que en la región se haya realizado un pronunciamiento firme al respecto. Más de 150 periodistas viven en el exilio debido a la criminalización de la libertad de opinión y expresión.
—¿Cómo es la política exterior de la dictadura de Ortega-Murillo? ¿Hacia dónde va ahora que China se ha vuelto un dije del tema en América Latina?
—La política exterior de la dictadura Ortega-Murillo pasó de una época de bastante complacencia y de relaciones muy diversas, que ha mantenido hasta el 2018, a una de aislamiento por una parte y de reorientación hacia una alianza estrecha con Rusia, China, Irán, Cuba, Venezuela, pero también con cierta proyección hacia países latinoamericanos, especialmente de Centroamérica. Antes del 2018, Nicaragua tenía relaciones colaborativas con la OEA y era muy criticada la política de la OEA porque, hasta cierto punto, avaló la elección del 2016, la última reelección de Ortega en la que le dio la vicepresidencia a su esposa, Rosario Murillo, muy parecida a la elección del 2021 en que se eliminó la competencia política. Todo eso cambió con la crisis de derechos humanos. Ortega rompe con la OEA; empieza a expulsar embajadores o declararlos no gratos; y, paralelamente, fortalece una alianza que ya tenía antes con Cuba y Venezuela, y luego con China y Rusia. Rompe relaciones con Taiwán, abraza a China con la expectativa de que le va a dar mucho apoyo económico, cosa que hasta el día de hoy no ha sido así. Pero hay algo que se conoce poco y es la presencia de la diplomacia nicaragüense en Centroamérica. Nuestros vecinos —exceptuando Costa Rica— Honduras, El Salvador y Guatemala no suelen condenar a Ortega en los foros internacionales, y eso tiene que ver con el Banco Centroamericano de Integración Económica, del cual todos dependen, y con otros factores.
—¿Qué pasa con la opinión pública nicaragüense en relación con los héroes del sandinismo de otros tiempos, para soportar lo que soportan?
—Es muy difícil de responder. La revolución sandinista, la que derrocó a Somoza, es un fenómeno que ocurrió hace 40 años y terminó en 1990. Y sí, en el imaginario popular hay héroes, algunos que fallecieron como en una comedia trágica, tal es el caso de Edén Pastora, que fue un héroe de esa revolución, pero al final se convirtió casi en el símbolo de los paramilitares que iban a reprimir la protesta cívica. Otros como Hugo Torres, que murió en la cárcel, general retirado, guerrillero que liberó a Ortega de la cárcel el 74 y a Tomás Borge, el 78. Es un tema en el que no existe consenso. Por otro lado, la opinión pública no puede expresarse, hay criminalización de la libertad de opinión y de expresión.
PUEDES VER: Nicaragüenses llegan al Perú para denunciar atropellos de Daniel Ortega a los derechos humanos
—¿Cómo es el día a día de un ciudadano nicaragüense desde el punto de vista económico?
—Esta es una dictadura sui géneris en el sentido de que se distingue de Cuba porque no es una economía estatal, es una economía privada abierta. Y se distingue de la de Venezuela porque Ortega no promovió nacionalizaciones ni proyectos socialistas en la economía. La economía depende del sector privado grande, mediano y pequeño, principalmente de su apertura de exportación. En segundo lugar, de las remesas familiares que hoy son más de 3 mil millones de dólares, eso equivale casi al 20% del Producto Interno Bruto. Y, por otro lado, una política de extorsión al sector privado por el aspecto tributario. Entonces, hay una cierta normalidad macroeconómica, que lo reconoce el Fondo Monetario, y dice: “Bueno, Nicaragua funciona, hay exportación, en los bancos hay transacciones. Lo que no hay son inversiones, no hay una recuperación del empleo de calidad, hay un empobrecimiento, pero no hay un colapso de la economía, no hay escasez”. Los empresarios muy cautelosamente están en silencio porque todos tienen temor de que esta situación pueda cambiar y pueda venir una ola de confiscaciones. De hecho, ya ha habido más de 250 propiedades, algunas agrícolas, algunas de medios de comunicación, incluyendo el que yo dirijo, Confidencial, el diario La Prensa y Cien por Ciento Noticias, que han sido confiscados.
Dictadores. Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, decidieron expulsar y quitar la nacionalidad de los dirigentes opositores. Foto: EFE
—¿Y este elemento curioso en Nicaragua no será el que hace que algunos países no tengan una posición determinante?
—Por lo menos para el entorno centroamericano es la variable clave. Costa Rica vive con el temor de que en Nicaragua se pueda producir un bloqueo del comercio regional. La contracara de esa aparente normalidad de un crecimiento económico mediocre es una migración masiva. En los últimos años, han emigrado más de 600.000 personas principalmente a Costa Rica y a Estados Unidos porque no le ven futuro al país. La mayoría se iba al inicio por la persecución política, por temor a ser detenidos. Ahora se van porque no le ven futuro al país.
—¿Qué significa hacer periodismo hoy en Nicaragua?
—No solo estoy exiliado hace casi dos años, sino que he sido despojado de mi nacionalidad nicaragüense junto con otros más de 300 ciudadanos. Entre ellos somos, por lo menos, 11 periodistas. Y más de 12 periodistas estuvieron en la cárcel de Chipote más de 600 días. Somos más de 150 periodistas en el exilio. Nos hemos reorganizado a través de plataformas digitales. Dentro de una hora voy a producir un programa de radio en Nicaragua que se llama ‘Confidencial Radio’, y el domingo voy a producir mi programa de televisión; esta semana están censurados. Los contenidos se distribuyen a través de las redes sociales, gracias a ellas podemos todavía derrotar la censura y competimos con la desinformación que se genera.
—¿Cómo cubren los hechos?
—Es algo de lo que no puedo hablar en detalle porque mi primera regla es proteger a mis fuentes y tenemos que proteger a las fuentes en Nicaragua. Mi meta es reportear en Nicaragua y no en la burbuja del exilio en Costa Rica. Si yo, como periodista, me levanto todas las mañanas y abro mi WhatsApp, que me da un mundo exagerado y deformado de la realidad, necesito fuentes y, además, fuentes dentro del Gobierno, gente que exhibe el enorme malestar económico y político que hay en Nicaragua. Hay que cultivarlas, hay que generar confianza y, sobre todo, generar canales seguros de comunicación. Bueno, estamos haciendo periodismo para sembrar verdad, para el futuro de la justicia, y en eso debo decir que trabajamos de manera muy estrecha con los familiares de las víctimas de la represión y también con las organizaciones internacionales de derechos humanos. Pero cubrimos todo lo que no dice la prensa oficial. Porque hay otra realidad en Nicaragua, hay otra prensa cooptada, que no puede hablar de temas de interés público, y hay una prensa oficial que es administrada por los hijos de Ortega y Murillo, que manejan cuatro canales de televisión, varias emisoras y portales de internet que no son del Estado ni del partido, son de la familia Ortega-Murillo, manejada como negocio privado.
—¿Cómo contribuir para que caiga esta dictadura? ¿Está creciendo la posibilidad de que caiga el régimen de Ortega y Murillo o se está consolidando?
—Es imposible hacer pronósticos. Lo único que puedo decir es que esta dictadura no es sostenible a largo plazo, es una crisis de mediano plazo, no va a caer la dictadura por su propio peso. Creo que requiere de dos cosas: una presión externa extraordinaria en correspondencia con el nivel de represión que impone el régimen en el país. ¿Qué quiero decir con eso? Aislamiento total y que se cierren canales de colaboración con el régimen que existen en diferentes instituciones internacionales; y que se abran los procesos de justicia. Ya se dijo que se puede abrir por la Justicia universal, incluso en la Corte de La Haya. Ortega y Murillo no van a cambiar nunca, pero los 500 generales, magistrados, ministros, esa cadena de mando que hoy acompaña al régimen y que cree que puede prolongar este mandato, para convertir esta dictadura en una dinastía en la que Ortega le entregaría el poder a su esposa o a algún hijo, tiene que persuadirse que eso no tiene salida y que la única salida es un derrumbe como el que tuvo la dictadura de Somoza en 1979, en otro contexto, en una insurrección político militar, pero también en una gran alianza internacional y nacional.
Hace unos días, se supo que Chile tomará las medidas correspondientes para brindar ayuda a los opositores al Gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua. Foto: composición LR/AFP
—¿China sigue interesada en construir un canal paralelo a través de Nicaragua?
—China nunca ha declarado una intención oficial sobre ese proyecto que lo promovió un empresario chino, que posiblemente tenía algún vínculo con elementos del Estado chino, pero oficialmente era algo así como un filibustero, un boy scout que iba a explorar un proyecto. Le fue muy mal, sus empresas quebraron, no tuvieron nunca credibilidad. Daniel Ortega dice: “Ahora que la República Popular China restableció relaciones, vuelve el canal”. Pero China nunca ha dicho una palabra.
—¿La distancia con el Vaticano es un tema religioso? ¿Se está desarrollando algún pensamiento religioso heterodoxo en la cúpula del poder nicaragüense?
—La cúpula Ortega-Murillo no creo que tenga ideología, en ese sentido son pragmáticos, están en el poder por el poder. Si el Vaticano o la Iglesia católica aupara a este régimen, simplemente serían más católicos que cualquier persona. Hay quienes dicen que el régimen está desarrollando una posición anticristiana, antirreligiosa, no creo eso, hay pragmatismo político. Varios obispos, como Silvio Báez, hoy están en el exilio, o el obispo Rolando Álvarez que está preso, y muchos sacerdotes están exiliados. Es la reacción de este Gobierno a una Iglesia que no se somete y apoya los derechos humanos, que rechaza la manipulación de la religión del régimen.
—¿Hay aún gente en Nicaragua que apoya al régimen?
—Hay una maquinaria de apoyo. El Partido Frente Sandinista es una realidad que está organizada a nivel nacional, que controla todo el aparato del Estado. Eso significa un estado de ventajas, de prebendas, no solo del funcionario público, sino de la familia que hace negocios… Eso representa un 15% hasta 20% del electorado. Hace seis o siete años, el régimen de Ortega llegó a tener mayoría política, sin hacer fraude podía tener fácilmente 50% o 56% de apoyo, ha tenido una enorme pérdida, pero apoyo tiene. Obviamente, hay sectores fanáticos, ideologizados, y también está el culto a la personalidad de Ortega y Murillo, que tienen esa repetición permanente de que todo lo que en Nicaragua se obtiene es gracias a un servicio social… ¿Qué podemos hacer? Informar, mantener a Nicaragua en el radar de la opinión pública, contar historias y no aceptar bajo ninguna circunstancia la normalización de la dictadura.