La jornada de protestas de ayer evidencia que la presidenta Dina Boluarte mintió el jueves 19 cuando aseguró que “la situación está controlada”. El paro nacional contra su régimen ha puesto en jaque, por ahora, cualquier atisbo de diálogo.
Los manifestantes no le dan tregua. El discurso de la presidenta, en vez de calmarlos, ha exacerbado sus ánimos.
En el sur, la protesta se tornó sumamente violenta. En Puno, incendiaron y saquearon los almacenes del Centro Binacional de Atención en Frontera (Cebaf) del distrito de Desaguadero, en la frontera con Bolivia.
El fuego se inició a la 1 p.m. Entonces, cientos de pobladores desarrollaban un mitin en la plaza de Armas de Desaguadero.
El comandante PNP Wilfredo Calisaya Silva, jefe de la comisaría de Desaguadero, informó que no pudo adoptar ninguna medida porque simultáneamente apedrearon la comisaría. “Acá han destrozado todas las lunas”, refirió el oficial.
Dirigentes que encabezan las protestas en esa localidad negaron toda responsabilidad.
“Dentro de las instalaciones había bastantes militares y policías, tenemos las fotografías. Cuando nos hemos acercado a ver, porque había mucho humo, las puertas estaban abiertas, los almacenes también. Nosotros negamos cualquier responsabilidad”, aseguró Fidel Quispe.
Sin embargo, fuentes policiales sospechan que fue perpetrado por alguna facción que se disgregó de los manifestantes durante el mitin.
De acuerdo con imágenes difundidas en redes sociales, decenas de personas ingresan al Cebaf y sacan todo tipo de bienes. La mayoría eran jóvenes.
También se reportó el incendio del puesto policial del distrito de Zepita, provincia de Chucuito, que estaba cerrado desde el inicio de la huelga.
El ambiente, que no tenía bienes en el interior, ardió en llamas rápidamente. Se presume que fue a causa de una bomba molotov lanzada por la ventana que da hacia la pista.
La Policía, no obstante, no pudo mantener la calma. En Collao, sus efectivos dispararon, sin escrúpulos, en los jirones Andino y Chucuito, contra los protestantes, quienes respondieron con ondas. Al cierre de esta edición, había seis personas heridas. Dos de ellas, que presentaban impacto de bala, fueron evacuadas al Hospital de Ilave y otros dos en el Hospital Núñez Butrón.
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Al sur de la región, manifestantes de Espinar ingresaron al campamento minero de Antapaccay para exigir la paralización de sus actividades de manera total hasta que renuncie Dina Boluarte.
Dos centenares de comuneros, después de reunirse en la plaza de Armas del distrito, se desplazaron hacia la sede minera, ubicada en la comunidad Tintaya Marquiri, y procedieron a atacarla. Prendieron fuego a los pastizales e incendiaron una parte del inmueble. Luego de hacer destrozos, se apropiaron de bienes de la empresa. Minera Antapaccay ya había sido atacada los días 11 y 12 de enero.
Mientras que en Pachas-Ollantaytambo, tramos de riel del tren que lleva pasajeros a Machu Picchu fueron arrancados, lo que obligó a suspender el servicio desde Ollantaytambo hacia la ciudadela inca.
En la Ciudad Blanca, los enfrentamientos con la policía tampoco cesaron. Nuevamente, el escenario fue el puente Añashuayco, en las inmediaciones del aeropuerto Alfredo Rodríguez Ballón.
Cerca del mediodía, los manifestantes arrojaron piedras con huaracas a los agentes que buscaban evitar que el aeropuerto fuera tomado. Una hora después, la policía respondió con lacrimógenas y logró el repliegue de la protesta. Luego de una breve calma, el lugar volvía a ser un campo de batalla. Así estuvieron toda la tarde.
Al lugar también llegó un contingente del Ejército, en vista de que el ataque empezaba a darse por varios flancos, a fin de rodear a los policías. Pero el rol lo seguía teniendo la Policía Nacional.
Posteriormente, los manifestantes siguieron en caravana el féretro de Condori Arcana, fallecido el jueves en los enfrentamientos que se dieron en el puente Añashuayco.
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En la capital, el Centro Histórico, por segundo día consecutivo, fue epicentro de enfrentamientos entre manifestantes y efectivos en el cruce de las avenidas Colmena y Abancay. Las organizaciones que partieron desde la plaza Dos de Mayo buscaron llegar hasta el Congreso, pero el cerco policial se los impidió. “¿El pueblo por qué reacciona? Los policías no nos permiten estar plantados. Rechazamos a este Gobierno”, exclamó un hombre mientras llovían gases y piedras cerca de la avenida Emancipación.
Al cierre de esta nota, los ministros de Estado habían convocado a conferencia de prensa en la sede del Ministerio del Interior, en San Isidro, alejado del Centro de Lima. La presidenta Boluarte no iba a participar. Se refugió en el silencio.
No le faltaban razones para no dar la cara. Hasta la Fiscalía se vio obligada a pronunciarse sobre su mensaje: dijo que, en nombre de su independencia, la apertura de carpetas de investigación solo depende de la Fiscalía, no de la presidenta.
Mientras eso pasaba, en el jirón Junín, rumbo al Centro Cívico, una delegación exclamaba: “¡Dina asesina, el pueblo te repudia! ¡Fiscal de la Nación, prisión para Dina! ¡La sangre derramada jamás será olvidada!”.
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Los manifestantes no dan tregua a la presidenta. Exigen su renuncia, pero ella no da su brazo a torcer. En medio de esa convulsión, un reportero de este diario, Omar Coca, fue atacado por una turba con palos y rompieron sus pertenencias.
María Eugenia Mohme, presidenta del Consejo de la Prensa Peruana, cuestionó que la prensa se haya convertido en foco de agresión de manifestantes.
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“Pedimos protección a la PNP para los periodistas que informan desde la calle”, indicó.
A las 8:30 p.m., la avenida Grau, frente al Hospital Almenara, estaba intransitable. Desde un bando lanzaban piedras y desde el otro, cubierto con sus escudos, bombas lacrimógenas. El país está cuesta arriba.