Por Raúl Tola La polémica desatada en Argentina por la presencia de MVLL como orador principal en la inauguración de la Feria del Libro de Buenos Aires parece sacada de otros tiempos. La comenzó Horacio González, presidente de la Biblioteca Nacional y conocido intelectual kirchnerista, para quien la presencia del Nobel 2010 era una «ofensa a la cultura argentina», y la siguió un vasto sector de la intelectualidad porteña que, como se publicó en Página 12, veía «con profundo desagrado y malestar» la presencia de un «vocero de los grupos multinacionales editoriales y mediáticos, de un supuesto ‘liberalismo’ de sometimiento y depredación, y de oposición a lo que ellos denominan gobiernos populistas», que «se ha ensañado de un modo muy particular con nuestro país y nuestra sociedad». Confundir la vida de un escritor con su obra es un error en el que se incurre con frecuencia, muchas veces adrede. Las posturas políticas y personales han motivado el descrédito y la censura de algunos de los más brillantes creadores de la historia, echando un denso velo de sombras sobre su producción artística. Hace unas semanas, el propio MVLL había comentado la decisión del gobierno francés de no celebrar los 50 años del fallecimiento de Louis-Ferdinad Céline, conocido por sus panfletos antisemitas y por su colaboración con las fuerzas de invasión nazis, pero sobre todo por Viaje al final de la noche y Muerte a crédito, dos de las mayores novelas del siglo XX: «Su decisión parece suponer que, para ser reconocido como un buen escritor, hay que escribir también obras buenas y, en última instancia, ser un buen ciudadano y una buena persona. La verdad es que si ése fuera el criterio, apenas un puñado de polígrafos calificaría». Entre los escritores ha habido de todo: antisemitas como el propio Céline o el Shakespeare de El mercader de Venecia; crápulas como Jean Genet; dipsómanos como Hemingway, Bukowski, Scott Fitzgerald, Lowry, Capote y Cheever; depredadores sexuales como el Marqués de Sade. ¿Merece MVLL un lugar en esta lista? Vaya que no. Sus tomas de posición son rotundas, polémicas, incómodas, cargadas muchas veces de un conservadurismo con el que discrepo, pero siempre respetables, y en modo alguno delictuosas. Por lo demás, supongo que su invitación a la Feria del Libro se da por la calidad de sus obras y no por su defensa del credo libertario. En el fondo, además, no se trata de justificar la ideología y las formas de MVLL, sino de defender un mínimo de tolerancia. Horacio González es un producto más de la larga lista de intelectuales sumisos, que hipotecaron su prestigio y su poco o mucho talento a un proyecto político, por más extravagante o autoritario que pudiera ser. Él y quienes se adhirieron a su presunta indignación disimularon un vergonzoso intento de censura. Lo gracioso es que fueron tan exagerados y ridículos que la propia presidenta Cristina Fernández tuvo que llamarlos al orden.