Por Raúl Tola A lo largo de su dilatada carrera política, Lourdes Flores Nano ha sabido destacar por una proverbial impericia a la hora de las decisiones difíciles. Desde sus equipos de campaña, en los que el nombre de Xavier Barrón se ha repetido como un conjuro, hasta sus representaciones profesionales, sin olvidar la inclusión de José Luis Risco y Arturo Woodman en su plancha presidencial para el 2006, o el pesadillesco chapuzón luego de su derrota ese mismo año, por citar algunos gestos, Flores Nano ha conseguido opacar sus enormes virtudes y buenas intenciones, cimentando una imagen pública que es mezcla de ingenuidad, fingimiento y torpeza. Pero ahora es cuando la candidata del PPC enfrenta la inminencia de una derrota que eleva su proclividad al desacierto a la categoría de arte. Esta semana decisiva, mientras algún medio cercano la instaba “a dar la talla”, ella prefería obedecer a sus antecedentes, y en su desesperación por contraatacar y revertir las cifras adversas tropezaba una y otra vez. Primero fue la aparición de César Cataño. Este lunes, el polémico importador de autos usados, acusado de lavado de activos, y que hasta ahora había guardado un monacal silencio, decidió dar la cara, extenderse en sus argumentos de defensa y de paso –aclarando que nadie se lo había pedido– lanzarle uno o dos piropos a Lourdes Flores. Con esta jugada se pretendió despejar algunas dudas sobre el quehacer profesional de Flores Nano, pero terminó demostrándose el nivel de coordinación que subsiste con su antiguo patrocinado. Luego vino el capítulo más bizarro de la campaña: la interceptación telefónica propalada por CPN en presencia de la propia Lourdes Flores, donde ella se extendía en amables consideraciones sobre varios periodistas y una encuesta favorable, y deslizaba una hipótesis para explicar la tirria del programa El Francotirador: la antigua sociedad de su productora Ximena Ruiz Rosas con el congresista fujimorista Carlos Raffo. No puede afirmarse que se tratara de un montaje, pero desde un inicio el audio despertó recelos: por la fecha en que fue registrado, por la forma en que se propaló y porque cuesta creer que un chuponeador difunda material que beneficie a sus víctimas. Finalmente llegó la aparición de Abelardo Gutiérrez, Tongo. Aprovechando las cercanías del aparatoso cantante con Jaime Bayly –el domingo había anunciado que sería padrino de su hijo–, Lourdes Flores Nano pretendió contrarrestar las críticas del conductor de televisión. Antes de dedicar a Lourdes un tema de campaña, que cantaron a dúo con lamentables resultados, Tongo anunció que, como Cataño, su apoyo al PPC era desinteresado, y se apuró en gestionar en público una entrevista con la producción del programa. Después, se enzarzó en un ida y vuelta de insultos con Bayly, que distrajo la atención pública: la pelea y los ataques son ahora para Tongo, ya no para Lourdes Flores. No hay que ser muy suspicaz a la hora de las sumas y las restas. La estrategia del PPC en este último tramo ha sido tan grotesca que ha dejado los remiendos al aire. Actuando bajo presión, los asesores de Lourdes Flores Nano, y la propia candidata, han cometido un error garrafal: menospreciar al votante promedio, ese que siempre descubre a los vendedores de sebo cuando llegan al barrio.