Martin Rivas hunde a Fujimori. Jefe de grupo Colina aparece en video y presenta pruebas que incriminan a ex dictador y a Montesinos en matanzas de Barrios Altos, La Cantuta y crimen selectivo de cabecillas de SL Textual Video con las confesiones de Martin Rivas es prueba contundente contra Fujimori Por ROSARIO MAYORGA.- El jefe operativo del grupo Colina, Santiago Martin Rivas, confirmó anoche en un video la responsabilidad del ex presidente Alberto Fujimori y de su asesor Vladimiro Montesinos en la aplicación de una política de exterminación física de los integrantes de Sendero Luminoso. La grabación con la confesión del militar retirado constituiría una contundente prueba contra el ex jefe de Estado. Dijo también que fueron ambos los que decidieron, en julio de 1990, aplicar la doctrina de Seguridad Nacional de los Estados Unidos para combatir el terrorismo en el Perú. El mayor en retiro del Ejército reveló que la decisión política de poner en práctica dicha doctrina fue tomada por Fujimori, asesorado por Vladimiro Montesinos, quien, al igual que todos los jefes militares a cargo de la lucha contrasubversiva, estudiaron en la Escuela de las Américas y conocían perfectamente ese sistema. Martin Rivas recalcó que Fujimori, debido a su "personalidad", no sólo dio las órdenes militares sino que en todos los casos participó desde el campo de batalla -como en la retoma de los penales cuando se paseó delante de los terroristas tirados en la cancha deportiva y en la retoma de la embajada de Japón-, lo que revela su responsabilidad directa en tales sucesos no sólo como mandatario sino como jefe supremo de las Fuerzas Armadas. A su vez confirmó que los miembros del Ejército -cómo él y otros grupos formados durante el gobierno fujimorista- eran los llamados a cumplir las órdenes del entonces mandatario, así como la política de Estado que impulsó para exterminar a los terroristas. "Por cada acción de Sendero Luminoso se contestaría con una acción militar", puntualizó. El periodista Umberto Jara, quien presentó el video de Martin Rivas en el programa "En la boca del lobo" que dirige César Hildebrandt, manifestó que el militar en retiro era un operativo a las órdenes de los jefes reales de esta política: Fujimori y Montesinos. Indicó más tarde a La República que las revelaciones de Martin Rivas tienen origen en el hartazgo en que se ha sumido el ex militar debido a la persecución en su contra, mientras los jefes de esta política están libres, llenos de dinero y viviendo en paz. ¿Por qué Martin Rivas le confesó verdades que ha negado a las autoridades judiciales?, le preguntamos. "Creo que sus respuestas forman parte de la estrategia legal que aplica un detenido cuando enfrenta un juicio", respondió. Aseguró luego que su libro es la historia que Fujimori y Montesinos escondieron sobre el grupo Colina. Reveló que su investigación, que demoró dos años, abarca no solo a Martin Rivas sino también a Carlos Pichilingüe Guevara, el número dos de Colina. Jara contó que debió sortear numerosas trabas, empezando por el presidente Alejandro Toledo, quien salió a decirle a la prensa que debía abrirse proceso contra el periodista un proceso de encubrimiento, cuando éste fue encontrado junto a Martin Rivas la noche en que el militar fue capturado. "Lo que debemos hacer, con este aporte de investigación, es mirar nuestra historia de una manera más calmada y reflexionar y tratar de entender qué pasó realmente en el país", puntualizó. En un testimonio que, según se conoce, aparece en el libro "Ojo por ojo", del periodista Umberto Jara, el mayor EP (r) Santiago Martin Rivas, ex jefe operativo del grupo Colina, señala por primera vez la responsabilidad del ex presidente Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos Torres en las matanzas de Barrios Altos (tres de noviembre de 1991), del penal Canto Grande (seis de mayo 1992) y La Cantuta (18 de julio de 1992). El oficial del Ejército en retiro, quien hasta ahora había guardado silencio sepulcral, revela que "Fujimori seguía el asunto (del terrorismo) paso a paso. Se enteraba y autorizaba y ordenaba los operativos. Le digo que hubo muchos. Digamos, algunos de rutina, o menores, pero el de Barrios Altos fue uno de importancia, y la orden vino desde arriba". De judicializarse la declaración categórica de Martin Rivas, contribuiría a implicar al ex presidente Fujimori y a su ex asesor en eliminaciones extrajudiciales y comprometería la situación de ambos. Hay que señalar que, al mismo tiempo, el testimonio sorpresivo de Santiago Martin Rivas, recogido en el libro de Umberto Jara, intenta justificar a lo largo de sus 200 páginas, la estrategia antisubversiva de terrorismo de Estado -al que denomina "guerra no convencional", "guerra clandestina", "combate de baja intensidad" o "guerra sucia"-, concepción que se encarnó particularmente en la acción clandestina del grupo Colina. No obstante, Martin Rivas se resiste a admitir la existencia del grupo Colina con dicha denominación, se trata de una formalidad, si nos atenemos a sus declaraciones relacionadas con la conformación del comando criminal. LA LÓGICA DE LA MUERTE Para el el jefe de Colina, un escuadrón de aniquilamiento es estructurado de tal manera que recibe órdenes directas desde la más alta instancia. En el libro, Martin Rivas afirmaría que su formación se debería a la necesidad del régimen de Fujimori de demostrar ante el país eficacia contra el terrorismo. Martin Rivas argumentaría que a Fujimori no le quedaba otra opción que la de consentir un aparato clandestino bajo su estricto control, y que de la misma opinión era Montesinos, ya que era evidente el avance de Sendero Luminoso. El autor de "Ojo por ojo", Umberto Jara, informaría hoy, en la presentación del libro, de la existencia de un disquete que contendrían las actas de dos reuniones decisivas: una mesa redonda del comando del Ejército con los jefes de las regiones militares y de las grandes unidades, y otra cita de los jefes de los servicios de inteligencia de los institutos armados y la policía. Ambas se llevaron a cabo en junio de 1991. En ellas se habría aprobado una política antisubversiva que consagró la conformación de un destacamento de operaciones especiales de inteligencia. Probable fundamento de la creación del grupo Colina. LA "VERDAD" DE MARTIN RIVAS Martin Rivas justificaría la "guerra sucia" alegando que en todo conflicto se producen bajas y que los militares reciben de la sociedad el encargo de combatir al enemigo, asumiendo el costo de los resultados. El problema surgió debido a que Fujimori y Montesinos no cumplieron con su palabra de explicar al país la lógica de esa estrategia. Sin embargo, en lugar de honrar sus compromisos, el ex presidente y el ex asesor creyeron que responsabilizando al grupo de subalternos, que constituían el grupo Colina, se solucionaría el problema, se quejaría Martin Rivas y lo diría en tono de decepción ante Umberto Jara. Esa situación lo habría estimulado a decir su verdad al autor de "Ojo por ojo". Recordaría que Colina no actuó por su cuenta, ni era un grupo de militares de desadaptados al margen de la línea de mando. Santiago Martín alegaría que si habría sido así no era difícil encerrarlos o desaparecerlos. CÓMPLICES DESENMASCARADOS "Si no lo hicieron, si se opusieron a las investigaciones y al final dieron una Ley de Amnistía es porque ellos, Fujimori, Montesinos y Hermoza, tomaban las decisiones", sostendría Martin Rivas en el libro. La versión del mayor retirado sobre cómo impusieron la Ley de Amnistía demuestra las pruebas que el jefe del temido escuadrón puede guardar bajo la manga. Fujimnori, Montesinos y Hermoza prometieron al grupo Colina que en junio de 1995, antes del inicio del segundo mandato, se promulgaría la Ley de Aministía. El ex jefe de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINTE), enviado por Fujimori, general Juan Rivero Lazo, les comunicó que habría una postergación del cumpli-miento de la promesa, lo que desató una crisis. La paciencia colmó a Martin Rivas y su grupo preso en el Cuartel Bolívar de Pueblo Libre. De inmediato, les alcanzó un proyecto de ley que había confeccionado copiando normas similares de otros países. Pero, además, acompañó el proyecto de un mensaje para el trío Fujimori, Montesinos y Hermoza. Era una abierta amenaza. Martin Rivas habría comunicado al ex presidente que había distribuido sobres manila a personas de confianza que contenían los detalles de los operativos de Colina ordenados por Fujimori, y que tenían la instrucción de revelar el contenido si no se cumplía con la amnistía. "Nos vamos presos todos", habría advertido el ex jefe de la banda paramilitar. La Ley de Amnistía no tardó en aprobarse y se publicó el 14 de junio de 1995. ¿Qué poder tan convincente tenían (o tienen) los documentos que guardaban esos sobres? LA PRIMERA MASACRE Sobre la matanza de Barrios Altos, ocurrida el tres de noviembre de 1991 en una quinta del jirón Huanta, aparte de los detalles del hecho bastante conocidos, el testimonio de Martin Rivas aporta elementos relacionados con las motivaciones del mismo. De acuerdo con la versión que se publicaría en "Ojo por ojo", el operativo de Barrios Altos fue una respuesta del Estado al atentado senderista contra los Húsares de Junín y no precisamente una acción para capturar sediciosos. Se estaba aplicando la política de responder con terror al terror. Además, la masacre de Barrios Altos contenía un objetivo psicosocial. Enviar un mensaje a Sendero Luminoso indicándole que había sido descubierto uno de sus escondites, según Martin Rivas, porque en ese vecindario se habría planeado el ataque a los húsares. LA MATANZA DE LA CANTUTA Seguidamente, con toda claridad, Martin Rivas da a conocer los más altos niveles donde se decidió el secuestro del profesor y los nueve estudiantes de la Universidad La Cantuta. En su testimonio precisaría que al día siguiente del ataque a Tarata lo llamaron a una reunión con la presencia de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, Nicolás Hermoza y otras autoridades de la lucha contra el terrorismo, y que en la misma se habría decidido golpear nuevamente a Sendero Luminoso como ocurrió cuando se produjo la matanza de los húsares. En esa cita, Martín Rivas habría informado que, de acuerdo con información de inteligencia obtenida por agentes infiltrados del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), los autores del brutal atentado en Tarata luego de la acción se escondieron en la residencia de la Universidad La Cantuta. En el libro "Ojo por ojo", Martin Rivas explicaría que la idea era replicar cada ataque terrorista con un golpe certero a sus militantes. Lo novedoso en el testimonio de Martin Rivas sobre La Cantuta es la participación protagónica de jefes como el general Luis Pérez Documet, entonces al mando de la División de Fuerzas Especiales (DIFE), dentro de cuya jurisdicción se encontraba el centro universitario. Explicaría que Pérez Documet tenía dentro de su jurisdicción a La Cantuta y que no se podía ejecutar ningún operativo sin su consentimiento o conocimiento. Y recordaría que éste dependía directamente de Hermoza, Montesinos y Fujimori, la línea de mando imperturbable hasta 1998. "¿De quién más podía recibir órdenes?", señalaríael jefe de Colina. En agosto del 2002, el ex primer ministro Alberto Bustamante Belaunde afirmó que en una reunión privada Vladimiro Montesinos reveló que el general Pérez Documet le preguntó a monseñor Juan Luis Cipriani qué hacer con los restos de las víctimas de La Cantuta. Tanto el militar como el religioso rechazaron la versión, la que cobra otra vez actualidad con la versión de Santiago Martin Rivas. El testimonio del jefe operativo del grupo militar, que también ha sido registrado en video por el periodista Umberto Jara, constituiría una evidencia más concreta sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por Alberto Fujimori, lo que complicaría su situación como refugiado en Japón. La versión de Martin Rivas cobrará más fuerza si entrega a la justicia la documentación con la que supuestamente chantajeaba a Fujimori, Montesinos y Hermoza, a cambio de la Ley de Amnistía que finalmente obtuvo para él y el resto de criminales. Aniquilamiento selectivo Hasta hoy no se sospechaba de la intervención directa que tuvo el entonces presidente Alberto Fujimori en el debelamiento del motín de Canto Grande, en mayo de 1992, con un saldo de 28 subversivos muertos, según versión del propio mandatario. La cifra, sin mayores explicaciones, fue aumentada a 35 en un reporte posterior del Ministerio del Interior. Según el testimonio de Santiago Martin Rivas, contenido en el relato "Ojo por ojo", la acción no sólo fue de conocimiento sino que habría contado con la auto-rización del ex mandatario, previo planeamiento en el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) con Montesinos a la cabeza. Hasta aquí la policía había asumido solitariamente su responsabilidad en el asesinato selectivo, y se desconocía la intervención de contingentes de las Fuerzas Armadas, concretamente del grupo Colina. El detalle también lo ha sacado a luz Martin Rivas con su inesperado testimonio. La intervención del grupo de operaciones especiales comandado por Martin Rivas, aprovechando el motín senderista, buscaba la eliminación selectiva y extrajudicial de los miembros del Comité Central del grupo terrorista presos en ese penal. Había catorce "cuadros" de ese nivel. También diría Martin Rivas que la idea de la eliminación selectiva la planteó Montesinos, quien incluso presentó a Fujimori la lista de los cabecillas, a los fundadores de Sendero Luminoso y cercanos colaboradores de Abimael Guzmán Reinoso, presos en Canto Grande. El objetivo fue descabezar a Sendero, darle un golpe mortal. Con una excepción. El plan "Mudanza 1", como se denominó al operativo, previó dejar con vida, según relata Rivas, al cabecilla senderista Osmán Morote Barrionuevo. Se sabía de sus discrepancias con Guzmán Reinoso, y se trató de sacar provecho de ellas, salvándole la vida para después cobrarle la factura. "Mudanza 1" se inició en la madrugada del miércoles 6 de mayo de 1992 con la apertura de un boquete en el pabellón de damas 1-A. Las senderistas, contando con la ayuda del pabellón de varones con el que se comunicaban por un túnel, ofrecieron tenaz resistencia. Hubo enfrentamiento armado y varias detonaciones de cargas de dinamita, hasta que los subversivos se rindieron el sábado 9, después de cuatro días de combate. Cuenta Rivas que a las diez de la mañana del domingo siguiente -tal como se había planeado-, aún con un fuerte olor de pólvora en el ambiente, el presidente Alberto Fujimori entró en escena. Entre los terroristas eliminados selectivamente en esa ocasión se encuentran el llamado "delfín" de Guzmán, Hugo Juárez Cruzatt, el dirigente de la Asociación de Abogados Democráticos, Tito Valle Travesaño, las cabecillas de Socorro Popular del Perú, Yovanka Pardavé Trujillo y Elvia Zanabria Pacheco, y la directora de "El Diario" Janet Talavera Sánchez, entre otros. Y, en efecto, se salvó Osmán Morote. Para Guzmán resultó particularmente dolorosa la eliminación de los dirigentes históricos, sobre todo de Juárez Cruzatt, ya que tenía previsto que él lo suce-dería en caso cayera preso o lo mataran. Martin Rivas aseguraría que el crimen selectivo de los dirigentes terroristas tuvo la aprobación personal de Alberto Fujimori, lo que implica su participación en ejecuciones extrajudiciales.