El sociólogo Agustín Canzani, uno de los principales analistas del proceso político uruguayo, es director de la Fundación Liber Seregni y en la siguiente entrevista muestra los factores que llevaron al Frente Amplio a su unidad y al poder.
Entre los factores que dificultan la unidad entre las izquierdas está la diferencia de proyectos, siendo algunos marxistas leninistas y tendientes a lo dictatorial, y otros más de centro. ¿Cuáles fueron las claves del proceso en Uruguay?
El Frente Amplio es una construcción de largo aliento. Nace en los setenta, en el marco de una crisis económica, social y también de representación. Los partidos tradicionales, Colorado y Nacional, tenían fracciones que diferían mucho entre sí: conservadoras, de centro y hasta de centroizquierda. Al ganar un partido, quien conducía era la fracción dominante en ese momento. Eso daba espacio para una oposición diferente de izquierda, que presentaba particularidades. En algún momento los socialistas estuvieron a la izquierda de los comunistas, y estos, pese a ser prosoviéticos, tenían la idea, proveniente de su líder, Rodney Arismendi, de que el cambio debería tener una esencia latinoamericana. Cuando se discutió la unidad hubo un gran debate para decidir entre un frente popular u otro más amplio. Prevaleció lo último, a fin de incluir, precisamente, a los sectores de centro y hasta más allá. Esto distingue, creo, al Frente Amplio, que no es meramente la unión de las izquierdas, de otras experiencias en la región.
Sin duda. Vayamos a otro rasgo distintivo.
El consenso. Para tomar una decisión política, el último recurso es votar. Antes hay una negociación quizá larga y compleja. Las mayorías, aun sabiéndose tales, buscan expresar a las minorías en el planteamiento, mostrando grandeza. Y las minorías, sintiéndose incluidas, responden con lealtad, manteniendo el proyecto político. En este mecanismo, que es una marca de estilo del Frente Amplio, ceden todos. Esto permite superar diferencias que pueden ser importantes en mediano plazo para trabajar de inmediato.
A los más radicales e ideologizados puede costarle mucho eso. Los Tupamaros habían tomado las armas. ¿Cómo explicar la elasticidad?
Los Tupamaros fueron importantes, pero a veces se los sobredimensiona. No está claro que tuvieran apoyo popular en su momento, o que fuera la opción predominante en la izquierda. Demandas suyas, como la reforma agraria, no necesariamente sintonizaban con las de los trabajadores urbanos, de los sindicatos, donde el Partido Comunista, a veces el Partido Socialista, tenían mucho peso. Lo concreto es que los liderazgos percibieron que la única forma de competir contra unos partidos que representaban más del ochenta por ciento de los votos era haciendo una alianza amplia. Hay que decir que el sistema electoral uruguayo favorecía esquemas frentistas.
¿El resultado provino del proceso de debates o fue más decisivo el peso de los dirigentes?
Que la dirigencia de la Democracia Cristiana acepte votar con el Partido Comunista, es original. Es verdad que en la DC el sector dominante era cercano a la Iglesia del Tercer Mundo, por decirlo de alguna manera. Pero en los sesenta se unifica el movimiento sindical uruguayo, donde había una base anarquista y sobre todo comunista. Cuando ellos crean la Convención Nacional de Trabajadores había dos secretarios generales, uno comunista y otro anarquista. Algo parecido ocurrió en el movimiento estudiantil. Estos procesos influyeron posteriormente en el Frente Amplio.
En el Perú dos corrientes del magisterio compitieron en dos candidaturas distintas de izquierda. Lo ideológico suele ponerse por delante.
Un ejemplo: en 1968 cuando la Unión Soviética invadió Checoeslovaquia, el Partido Comunista obviamente apoyó y el Socialista criticó, lo mismo que la DC. Vivian Trías, el histórico dirigente socialista, les dijo a los democristianos que no se metieran, que la discusión era ente marxistas. En suma, los fundadores del Frente Amplio se declaraban internacionalistas y antiimperialistas y se quedaban allí. Si seguían, no iban a poder unirse.
Parece haber una agenda común en las izquierdas: cambiar el modelo económico y establecer un nuevo esquema de poder. Los que no toman este camino solo desearían administrar la crisis. ¿Es el caso del Frente Amplio?
Pasaron 35 años entre la creación del Frente Amplio y su llegada al gobierno. Aprendió mucho de sus derrotas y pese a ellas no abandonó el proyecto frentista. Al comienzo planteaba reforma agraria, la nacionalización de la banca y del comercio exterior. Después del 2005 estos temas ya no estaban en la agenda. El mundo cambió. Yo no sé si eso es moderación o adecuación a una realidad diferente. En Uruguay, por lo demás, ya hicimos estatizaciones. Empresas públicas se encargan de la telefonía, energía, agua y saneamiento. El Estado uruguayo puede tener defectos, pero no es el típico sector enflaquecido que resultó de los procesos neoliberales. Ahora mismo la agenda conservadora no plantea privatizaciones: le sería muy difícil encontrar aliados incluso dentro de su mismo campo para revertir la situación.
¿Cómo explicarías sus diferencias con otras izquierdas latinoamericanas, en especial con las chavistas?
En estos países hubo constituciones refundadoras luego de que las capacidades del Estado se redujeran gravemente e implosionara el sistema de partidos. Y como las constituciones reflejan un esquema de dominación, es razonable que los gobiernos izquierdistas quieran cambiarlas. No es que yo apoye sus nuevas constituciones, digo que resultaron de una realidad. Ahora bien, hay grandes diferencias entre los países. En Venezuela y Nicaragua no hay libertades, en Ecuador podemos discutir lo que pasó, pero en Bolivia hubo un proceso que no violó, hasta donde conozco, y estuve allí varias veces, garantías democráticas.
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