El investigador principal del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), Ricardo Cuenca, responde en la siguiente entrevista sobre el reciente cambio en el Ministerio de Educación y los retos que enfrenta el sector. También ofrece sus impresiones sobre lo que será la nueva relación entre el Ejecutivo y el Legislativo.
¿Esperaba la salida de Flor Pablo del Minedu?
No, sin embargo, es verdad que un ministro puede irse en cualquier momento. Su reemplazo, Martín Benavides, es un profesional de altísima calidad.
Él viene de la Sunedu. ¿Podría esperarse un mayor énfasis en la educación superior?
Es una posibilidad. Me parecería bien de un lado, aunque sería una mirada insuficiente. Impulsar a la educación superior no debería significar desatender otros asuntos.
¿Cuáles asuntos?
Las desigualdades, algo que Martín Benavides conoce bien. Esperaría que atienda las brechas que existen en la educación básica. Creo que tratará de imprimir la velocidad con la que estuvo trabajando en Sunedu, salvando distancias.
¿Es trasladable esa preocupación por la regulación que se ve en Sunedu al sistema de educación general, por ejemplo?
Es una buena pregunta. El sistema básico no debería asentarse sobre una narrativa de regulación de calidad.
Sobre el cierre de colegios.
Sobre el cierre de colegios y otras formas de regulación. La idea de sistemas de calidad es para aquellos tramos educativos no obligatorios. No se me ocurre que se puede impulsar un proceso de cierre de escuelas, salvo en el caso de aquellas que no tengan autorización, licencia o en donde el nivel de precarización sea tal que ponga en peligro la salud de los niños.
¿La salida de Benavides podría debilitar a la Sunedu?
Espero que no. Su reemplazo, Oswaldo Zegarra, es una persona que estuvo en el primer consejo directivo de la Sunedu, fuera de su amplia experiencia como docente universitario. Más bien, lo que uno quisiera es que se fortalezca la política de educación superior.
¿No se ha fortalecido lo suficiente?
Una parte, la de la regulación. Queda pendiente la arquitectura institucional, como la creación del Viceministerio de Educación Superior y la reforma del Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (Sineace), para que encaje en el sistema de aseguramiento de la calidad, del que el Sunedu es solo una pata.
¿Se ha avanzado más con el licenciamiento, cierto?
Mucho y más rápido.
¿Es cierto que algunas universidades han conseguido su licenciamiento con las justas?
Sí, seguro que sí. Los informes están disponibles para revisarse. Las condiciones básicas de calidad…
¿Son muy básicas?
Por eso, las universidades que han cerrado es porque, si no puedes cumplir con eso, no puedes cumplir con nada.
Es decir, ¿hay universidades que funcionan y cuya calidad todavía puede ser cuestionada?
Porque están en el borde. La nueva fase debe ser verificar que las condiciones mejoren.
Ahora algunas universidades ponen en su publicidad “licenciada por Sunedu”, como una manera de atraer estudiantes. Quien ve eso puede pensar que las cosas ahí van de maravilla.
Cada vez que veo un letrero así me pregunto qué publicistas están detrás, porque el mensaje, en estricto, es que tienen lo básico como para funcionar.
Que tienes un 11.
Que tienes un 11. Por eso, lo que falta ahora es articular el sistema de aseguramiento de la calidad. Las instituciones que están ahí, tengo la sensación permanente, no entienden la idea de un sistema. Me parece que Sineace estaría más feliz sin Sunedu y Sunedu se imagina más cómoda sin Sineace. Se sienten casi forzadas a reunirse porque no hay una idea de consensos, porque hay fragmentación. Eso debe cambiar.
Los cambios ministeriales fueron la última minicrisis del gobierno. El nuevo Congreso entrará en funciones. ¿Cómo piensa que será la relación entre ambos?
Yo esperaría un tiempo más calmo. La gran lección –simbólica y real– que se tuvo con la disolución del Congreso anterior y la sentencia del TC de que fue un acto constitucional, es que no hay feudos que pueden actuar independientemente o ejercer un poder irrestricto. Claro, siempre habrá disputas naturales, sin embargo, mi intuición es que el periodo que viene será menos complicado, con algunas negociaciones. Ojalá el Congreso empiece a colocar en el debate algunos temas de política pública.
¿Cuáles?
Los que tienen que ver con derechos sociales y civiles. Ya sé que el periodo es corto, aunque creo que se puede instalar la discusión. Lo mismo con lo de la reforma política.
Ahí por lo menos se trata de que no se retroceda en lo que se avanzó.
Así es. Y volviendo sobre la educación, se necesita del Congreso para crear el viceministerio de Educación Superior.
Una vieja promesa.
Lo es. Sin ese viceministerio no va a funcionar la reforma de educación superior. Hay temas por debatir. De hecho, cuando la coyuntura política baja, la gente empieza a exigir lo de siempre: educación, salud, justicia, seguridad. Un problema de la precariedad política es que hay poco enganche con los ciudadanos. En el Perú, la política se hace entre los políticos, no con los ciudadanos.
Solo entre Palacio y el Congreso.
Una política chica. ¿Y qué canal se articula para canalizar demandas? Acá hay una fragmentación social muy fuerte, en varios niveles, que se manifiesta desde aquel que reclama porque la persona que se suicidó en el tren le impidió llegar a tiempo a su trabajo, hasta la imposibilidad alcanzar consensos.