Desde que llegó a la alcaldía de Lima, en 2002, Luis Castañeda se convirtió en un verdadero fenómeno: el político peruano con la popularidad alta más constante del siglo XXI. Su aprobación como funcionario acarició el 60% durante más de una década. Solo al final de su tercer periodo como alcalde, su popularidad inició una bajada lenta, pero segura, a raíz del inolvidable puente que no se cayó, se desplomó. Y aún así, hace solo dos años, Castañeda bordeaba el 40% de aceptación. Era invulnerable.
¿Les suena un caso similar? ¿Un político que también parezca hecho de teflón a pesar de su patente mediocridad? No voy a comparar aquí trayectorias ni –muchos menos– prontuariado. Pero miren: el punto más bajo, el abismo, de Vizcarra ha sido 49%. Y siempre se recupera. En su última “caída” llegó a 55%, una cifra que ya habrían querido arañar alguna vez los presidentes anteriores después de su primer año. Y ya se recuperó (ha vuelto a niveles encima del 60%). Por esto es que los voceros mediáticos del Viejo Orden solo atinan a repetir, desesperados, que Vizcarra es un “populista”, lo que es otra forma de decir que no entienden qué está pasando.
A pesar de sus evidentes limitaciones, tanto Castañeda como Vizcarra supieron reconocer a su público y enganchar con sus demandas. El alcalde se encontró con una Lima que asociaba el cemento a la modernidad y procedió en consecuencia, a pesar de que eso solo garantizaba terminar con un capital inviable y colapsado como el que tenemos ahora. El presidente se encontró con un país con ganas de ajusticiar a la dirigencia que había traicionado la promesa del Perú post-vladivideos. Y Vizcarra también ha procedido en consecuencia, a pesar de que sus aspavientos por evitar cualquier salpicadura de Odebrecht ha generado una crisis ministerial perpetua, además de meternos en una demanda ante el CIADI.
Ambos son políticos coyunturales, concentrados en el corto plazo, de resultados y aplausos inmediatos. Pero Vizcarra debería verse con atención en el reflejo de Castañeda. Repito que no estoy comparando legajos judiciales, sino legados políticos. Castañeda pudo haber sido muy popular como funcionario pero jamás lo fue como candidato (y menos, como acusado). Una cosa es reconocer que fuiste útil para un tema determinado y otra, muy distinta, es generar seguidores. Y eso es algo que Vizcarra empezará a probar el 29 de julio de 2021.