Tiene razón Mirko Lauer cuando califica de dinásticas las tensiones que se ventilan entre los dirigentes de Acción Popular. Raúl Diez Canseco, entrevistado por Enrique Patriau para La República, condensa esta curiosa querella por la herencia de Fernando Belaúnde. Nadie parecía dar medio por ella hasta hace poco. Pero la visibilidad de Alfredo Barnechea (pre-chicharrón) en las presidenciales del 2016, de Jorge Muñoz elegido alcalde metropolitano en 2018, y de Mesías Guevara y otros acciopopulistas en las regiones, despertó dormidas ambiciones.
La entrevista permite una lectura sobre cómo el pre-candidato Diez Canseco procesa la disputa del patrimonio ideológico de Acción Popular y, en segundo lugar, cuáles son las reglas de juego que él define en esta competencia intrapartidaria.
El sesgo dinástico es una fórmula para competir dentro de AP sin contrastar ideas, pues posiblemente no las hay. “El Perú como Doctrina” fue una frase precozmente marketera pero de críptico significado, que se fue desvaneciendo a la sombra del episodio de la Página Once. O cuando Fernando Belaúnde con frivolidad calificó de abigeos a las tempranas huestes senderistas. O al ningunear los reportes de Amnistía Internacional sobre violaciones a los Derechos Humanos en el sur andino, a inicios de los 80.
Ante la ausencia de una sustancia programática, la contienda es entre quienes conocieron primero –y mejor– al fundador de Acción Popular. Si hay un Pensamiento Gonzalo sobre quién acompañó a Abimael en la fundación de Sendero, quiénes lucharon con él, quién aplica sus enseñanzas, etc. ¿por qué no puede haber un Pensamiento Fernando? Éste se enarbola desde posiciones no ideológicas sino irremediablemente subjetivas para deslegitimar al competidor. Por ejemplo:
Mesías Guevara, a quien Diez Canseco le reconoce 15 años de militancia en AP, no tuvo la suerte que él sí tuvo de “caminar con Belaúnde por el Perú”. Así, una caminata de hace décadas con el fundador del partido se enarbola para refrendar el liderazgo dentro de él. Guevara no caminó con Fernando y no lo conoce, asegura el entrevistado. Sigamos con Yonhy Lescano. Tiene siete o diez años en el partido dice Diez Canseco, pero viene de las esferas de la izquierda. O sea. Y los dos ex-candidatos a la presidencia y a la municipalidad de Lima: logro suyo, pues fue él quien los invitó para ir bajo “un símbolo espectacular”.
Despachados sin compasión un par de competidores internos y etiquetados los invitados, Diez Canseco recuerda que el impecable Valentín Paniagua entró al Congreso con la votación más baja, que venía de la Democracia Cristiana y que no “hubiera llegado donde llegó sin AP”. Poco generoso el pre-candidato para descalificar a vivos y muertos de su partido, pero esos parecen ser los términos de la lid interna.
Si algo semejante a un sustento programático emerge en la entrevista es, para calificarla educadamente, una cierta tensión entre los intereses privados y el tesoro público, una de cuyas fuentes son los impuestos. La exoneración tributaria persigue a Diez Canseco. Preguntado al respecto por Patriau, el entrevistado asegura no recordar lo que su universidad paga por Impuesto a la Renta, al mismo tiempo que justifica acogerse al crédito tributario por reinversión en “mucha infraestructura” y por las becas que otorga. Imposible que no reverbere el recuerdo de cuando impulsó una norma para exonerar de impuestos a los restaurantes del aeropuerto que, por casualidad, eran propiedad del padre de su novia. Le costó la vicepresidencia del país.