No aún en el Perú, pero en el resto del mundo hace rato está en un proceso de revisión social y económica por sus efectos perniciosos durante décadas de implantación y expansión.
En el Perú muchos están llegando a esa concientización vía judicial. Gracias a la tenaz tarea de un grupo de fiscales, jueces y periodistas, constatamos cómo ese modelo económico ha penetrado en todos los ámbitos de vida del país. No se trata de simples corruptos políticos, jueces o empresarios. Se trata de ver cómo la corrupción –que no ha dejado de estar presente en los quehaceres del poder– ha proliferado y extendido su perversión y degradación en todos los asuntos humanos al amparo de ese modelo económico neoliberal que vende la ideología del ‘éxito’ a toda costa y costo, que permite y promueve la explotación de lo humano en favor de lo económico; una ideología que convierte al sujeto en explotador o explotado, y que vende la falsa idea de que el mercado libre da iguales oportunidades a todos cuando son solo los ricos quienes se benefician.
En toda la región estamos viendo cómo el modelo económico neoliberal evidencia su descomposición; cómo la gente en las calles –que no encuentra en la política tradicional quienes representen sus reclamos de cambio– demanda una revisión del modelo y su falso mantra de la autorregulación del mercado, que en verdad lo regulan los lobbies del poder económico.
El neoliberalismo ha fracasado y eso no significa en automático que quienes sostenemos esta verdad constatada en datos económicos, históricos y sociales de protesta estemos diciendo que el comunismo o el socialismo son la respuesta. Pero lo primero que hay que sincerar para empezar un debate de fondo acerca de reales posibilidades como país y para el país –y no para un puñado de hombres blancos ricos y poderosos– es reconocer que es insostenible.
El ‘experimento neoliberal ha sido un fracaso espectacular’ ha dicho hace poco el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Ha dicho que el neoliberalismo lleva cuarenta años debilitando la democracia.
Y en el Perú también. Aún cuando los mercados internacionales favorecían la macroeconomía, ‘flexibilización’ tras ‘flexibilización’ (laboral, ambiental, empresarial, etc.) y el cacareado chorreo neoliberal jamás llegó para los peruanos.
Vista así, la democracia neoliberal no ha beneficiado a la mayoría de peruanos y esto sí es un real peligro. Porque la democracia tiene otros valores que deben ser defendidos del neoliberalismo que la ha aprovechado para camuflarse tras ella, depredándola. El Estado debe retomar mayor y real autonomía frente a la globalización y las fuerzas económicas del ecosistema neoliberal; que por supuesto se resistirán a morir y usarán todas sus fuerzas económicas, palancas de poder, maletines y lonchera de millones para que no cambie. Como cuando los Romero y Confiep Boys excusan sus sucios negocios políticos con una supuesta defensa de la democracia, cuando lo único que defienden son sus negocios que florecen al amparo de la depredación del neoliberalismo.
La gente está harta y tomándose las calles porque el poder político que llega a gobierno se acomoda y no se enfrenta a los grandes poderes económicos que se robustecen en el neoliberalismo. Stiglitz ha dicho que el neoliberalismo debe pronunciarse muerto y enterrarse. También las democracias neoliberales deben pronunciarse muertas y enterrarse. Es momento de una nueva generación política. De una nueva forma de democracia. En el Perú tenemos una gran oportunidad porque estas constataciones están llegando a las masas vía judicial, con pruebas irrefutables. Ojalá tomemos la oportunidad para llegar al bicentenario con un horizonte político y democrático saneado y esperanzador.