El fujiaprismo se quitó la careta, la última que le quedaba. Ayer pudimos ver el hueso, la carne carcomida y pestilente de su proyecto autoritario, el que heredaron de sus líderes, doblegando la Constitución desde una comisión que lleva ese nombre, burlando la voluntad popular, viciando, corrompiendo las reglas de juego a su antojo. Así, noventeramente, han archivado el proyecto de elecciones anticipadas. Durante meses fuimos testigos de esta ficción de negociación, de este falaz intento del Gobierno de hacer funcional el equilibro de poderes entre Ejecutivo y Legislativo.
El que no vio que Fuerza Impopular iba a seguir torpedeando la institucionalidad es porque no quiso verlo o recibió algo a cambio. A pocos días de que Barata revele los nombres tras los seudónimos y a horas de que el Tribunal Constitucional decida sobre Keiko, las sabandijas se rearman contra el reloj. Mientras, a las buenas intenciones presidenciales se las ha llevado el diablo. Quizá porque en el origen de este partido de Gobierno está no solo haber tolerado al fujimorismo, sino haber subsistido con este en concubinato.
El indulto a Fujimori precede e irradia a esta etapa. Vizcarra hizo la diferencia en su anuncio de 28 de julio, pero su deseo de que la clase política “dé un paso al costado” para dar lugar a “ese nuevo comienzo” es un saludo a la bandera. Tratamos con el crimen, cuántas veces hay que decirlo. Y con los criminales no se negocia. Hoy queda demostrado que quienes tienen la razón son esos “extremistas”, como llamó en una reciente entrevista el presidente a los que claman por el cierre del Kongreso. Y no los va a escuchar. Será esa ciudadanía la que, con contundencia, condene a esta casta al olvido, en 2020 o en 2021.❖