El que algunas voces del Congreso pidan ‘diálogo’ obedece exclusivamente a que carecen del peso político para mantener la beligerancia de los primeros dos años.,Por desprestigiados y mediocres que nos parezcan, el Poder Legislativo y sus integrantes siguen siendo fundamentales para la gestión del Estado. Con ello en mente, es bueno empezar a pensar en quién será el próximo presidente del Congreso. Primero, porque mucho de lo que impulsan Vizcarra y su nuevo gabinete (desgastado antes de empezar) deberá ser aprobado por el Congreso. Y segundo, porque la forma que tome la relación entre Ejecutivo y Legislativo a partir de julio marcará la dinámica entre esos dos poderes durante el último año de este gobierno; año durante el cual el Ejecutivo no contará con la carta de “disolución constitucional del Congreso” aunque le censuren un premier distinto todas las semanas (art. 134 de la Constitución). Muy importante. El que algunas voces del Congreso pidan “diálogo” y “dejar de lado el enfrentamiento” obedece exclusivamente a que carecen de los números y del peso político para mantener la beligerancia de los primeros dos años; cuando la Mototaxi se bajó a un Presidente lorna que les era por completo funcional y buscando venganza se hizo seppuku. La animosidad y la sangre en el ojo están intactas (y renovadas) y si les dan la oportunidad, Vizcarra se iría vacado a su casa acusado de cualquier infundio. Que el fujimorismo se haga de la mesa directiva del Congreso es improbable. Para llegar necesitará a sus aliados, topos y ceder la presidencia y a esta circunstancia habrían obedecido los inusitados gestos de simpatía que el congresista Juan Sheput le prodigaba al fujimorismo en sus declaraciones y redes sociales en las últimas semanas. Hoy, sin embargo, la carta del fujimorismo puede ser Pedro Olaechea, otro ex PPK que, como Kuczynski mismo, es un fujimorista estructural desde 1992. El keikismo está partido: los congresistas regionales que no tenían ni vocería ni voto hoy tampoco tienen las pocas ventajas de pertenecer a la ex aplanadora. Hace un año, Figari, Herz y Keiko los forzaron a realizar el acto oprobioso de mostrar sus votos por la mesa directiva, lo que será imposible este año. (Y se van más). ¿Quiénes podrían tentar con posibilidades la presidencia? Cualquiera que oponga al fujimorismo con una lista limpia. Daniel Salaverry buscará reelegirse por la oportunidad que tiene de dejar un legado que sostenga su futuro político. Más allá de las sombras que se ciernen sobre él (entradas al mundial, semana de representación, etc.), abandonó a Fuerza Popular, dejó muy mal parados a sus predecesores Salgado y Galarreta, despidió a cientos de trolls, anuló nombramientos a dedo, pidió auditoría a la Contraloría, convocó a concurso público para cubrir plazas en el Congreso, etc. Si su integridad logra alcanzar a su olfato político y se acompaña bien, quizás. César Villanueva maltrató al Congreso mientras fue Premier, pero hoy es quizás el único que podría garantizar respaldo del Ejecutivo para realización de obras en regiones a cambio de votos. No hay reelección, cierto, pero –como sostuvo Farid Matuk en el último Chicharrón de Prensa– siempre habrá parientes a quienes endosar la popularidad de las obras (pregúntenle a Augusto Miyashiro). Villanueva es inteligente, hábil, sabe hilar fino (miren quién está sentado en Palacio), tiene experiencia y amigos en regiones, no les tiene miedo a las extorsiones y sabe que en el Congreso el resentimiento dura menos que lo que toma aprobar el presupuesto del siguiente año. ¿Qué miel habrá de convocar a las moscas?