Baldo Kresalja “Nuestro socialismo padece de extravíos y es lejano al comportamiento de la gente corriente, pues para ello hay que apreciarla confrontada con su propia condición”.,Leí hace unos días una entrevista al ensayista portugués Pulido Valente. Le preguntaron sobre el socialismo europeo. Dijo: “El socialismo ya triunfó. Sus tres pilares, un servicio público decente, una educación pública decente y una seguridad social decente, ya están implantados. No se discuten en ningún país gobierne quien gobierne”. Como ninguna de estas decencias –que parecen convenientes– se han concretado entre nosotros, la conclusión sería: lo que necesitamos es un partido socialista en el poder. Creo que varios me replicarán alegando que en los últimos años se han producido avances importantes en la búsqueda de adecentarnos y que deberíamos continuar en el empeño. Pero creo yo que si vamos a seguir sin innovar en nada sustantivo –tanto en lo social como en lo económico y en lo ético– pues no vamos a poder adecentarnos. Considero que nada impedirá más lograr avances en salud, educación y seguridad social que creer en la argumentación de nuestro socialismo realmente existente. Su última declaración de principios ha sido en defensa del régimen venezolano de Maduro y de esa birria llamada “socialismo del siglo XXI”. Y ello a pesar que nos han llegado de Venezuela a este país nuestro más de 600 mil hambrientos en los últimos meses, que no son de Marte ni de Europa, sino de nuestra vecindad. Esa visión que encarnan la Sra. Mendoza y los Sres. Santos y Cerrón repite sin tregua que lo que necesitamos es un texto escrito –una nueva Constitución (vieja herencia colonial legalista)– para salir de nuestro subdesarrollo, olvidando que nuestra Carta actual tiene ya varios artículos sobre las decencias mencionadas (entre otros, Arts. 2, 7, 9, 10, 11, 13, 17, 44 y 58). No se necesitan más artículos; lo que se requiere es hacerlos realidad. Pero no nos han dicho una palabra de dónde y cómo saldrán los recursos para poder adecentarnos, siendo como somos liliputienses en dinero, inventiva y civismo. Por ahí tendrían que haber comenzado. La ecología y el género, cuya defensa busca la izquierda radical expropiar a su favor, están muy bien, pero solas no lograrán nada. Creo que hay que decirlo descarnadamente. Lo que hay que cambiar son los objetivos del sistema productivo y la asignación de plusvalías; de esto, ni una palabra. Convendría que recordemos la afirmación de Pablo Macera, “combinar desarrollos desiguales a diferentes velocidades es precisamente tarea auténtica de gobierno”. Nuestro socialismo padece de extravíos y es lejano al comportamiento de la gente corriente, pues para ello hay que apreciarla confrontada con su propia condición. Y ello implica cercanía y eficacia en el mando. Cuando los demócratas republicanos busquen y empiecen a concretar las mejoras esas que adecentan, entonces la gente creerá en la necesidad de un poder superior como distribuidor legítimo de impuestos y de méritos. Para que quede claro: el inicio duro para formular nuestro propio Estado del Bienestar.