"Es absolutamente delirante que las trabajadoras sufran maltrato y discriminación porque a unos socios les da flojera cambiar pañales y hacer sanguchitos a sus hijos".,Las opiniones son como la comida. Por supuesto que la aceptaré de alguien que conozco o de un sitio en el que confío, pero hay una razón por la cual NO recibir caramelos de extraños es una de las primeras cosas que los padres les enseñan a sus hijos. Muchos creen que esto significa solo acudir a los mismos restaurantes toda la vida. No es cierto. Es muy probable que en tu entorno solo se consuma comida chatarra. Hay que buscar proactivamente lo que sea más saludable. La inercia no es buena ni en la alimentación ni en la construcción de opiniones. Al revés –encontrar algo de valor en un sitio inesperado– también sucede. “Mientras más peligroso el barrio, más rica la salchipapa” dijeron hace poco en Twitter. Así que, imbuido de ese espíritu, me metí al barrio más picante de todos: el de las comunicaciones internas entre socios del Regatas. Deben haberse topado con la historia en estos días. Se filtró un mensaje en el que una señora se escandalizaba de la conducta de “las nanas” en el club, e incluso –oh, aberración– de haber visto a algunas “haciendo picnic en el jardín”. Su mensaje insistía en que las nanas “no tienen derechos” y que si van a utilizar las instalaciones del club, sus “patronas” deben pagar por ellas como si fueran invitadas. El escándalo subsiguiente fue previsible. Pero me gustaría detenerme en algo en lo que la señora –seguramente sin darse cuenta– tiene razón. Quizás el problema está en que, como se infiere del mensaje, “las nanas” existen en un limbo. No son socias del club ni son invitadas. Tampoco están trabajando para el club. ¿Bajo qué categoría utilizan las instalaciones? Se dirá que un club privado hace lo que quiere, pero eso no es cierto. Invisibilizar a una determinada población es discriminador. Inadmisible. En la medida de que las trabajadoras utilizan esas instalaciones bajo una categoría distinta a la del resto de personas, la señora tiene razón: en el Regatas las nanas no tienen derechos. Y no tener derechos es –al menos según la última vez que revisé la Constitución– ilegal. Es absolutamente delirante que las trabajadoras sufran maltrato y discriminación porque a unos socios les da flojera cambiar pañales y hacer sanguchitos a sus hijos. El mensaje del escándalo tenía una conclusión cierta: una trabajadora debería tener el mismo status que una invitada. El meme tenía razón: incluso en medio del racismo más rampante, podemos encontrar una conclusión cierta, una opinión atendible, o sea, una salchipapa que valga la pena.