¿Un congresista no reelegible votará para cancelar el voto preferencial? En el actual balance de fuerzas, ciertamente sí. Pero pueden aparecer otras situaciones.,La reforma política que propondrá Martín Vizcarra solo será posible si se mantiene una actitud concesiva o colaboradora por parte del Congreso. Lo hemos visto con los temas del referendo y ahora con el de las nuevas bancadas, donde ha habido avances a pesar de las resistencias. ¿Podrá mantenerse esto con la intensidad actual? Quizás antes habría que preguntarse si el temor del Congreso a la disolución seguirá siendo un instrumento fuerte del Ejecutivo. Aunque mejor que eso sería un cambio en la actitud opositora de FP y el paso a formas de colaboración. No es imposible, aunque ahora lo parezca, y las ventajas serían para todos. Una idea muy repetida es que sin reelección los congresistas no tienen motivo alguno para seguir haciendo política de fondo. La cosa sería cosechar los frutos del momento (comisiones, cargos, importancias) y desentenderse de iniciativas que miran hacia el futuro, salvo que haya algo que ganar con ellas. Pero para muchos no tiene por qué ser así. Habrá vida política después del 2021, y el promedio de edad en este Congreso es joven. Hay los atraídos por la actividad partidaria. Alguno puede ser convocado por el Ejecutivo. Un periodo de congresista ha sido la norma de la mayoría de los elegidos, y ninguno se ha quejado. De modo que un Congreso al que la depresión ante cero futuro puede convertir en suicida o dinamitero político podría resultar una gruesa exageración. Más bien podríamos estar viendo cómo para muchos acorralados se abren nuevas oportunidades de legislar. Por ejemplo, en los indispensables temas de una reforma política urgente. ¿Recogerá Vizcarra todos los temas de la comisión que ha nombrado? No necesariamente. El contexto de este tipo de cambios es mucho más político coyuntural que tecnocrático. ¿Un congresista no reelegible votará para cancelar el voto preferencial? En el actual balance de fuerzas, ciertamente sí. Pero pueden aparecer otras situaciones. La nueva comisión va a necesitar mucho debate y luego mucho apoyo político. Nada obliga al presidente a jugarse por ellos. Además, el debate puede aportar nuevos elementos, llegados incluso desde las filas parlamentarias opositoras, que también convendrá discutir rectamente. Imaginamos que el bicameralismo tendrá una segunda oportunidad.