Mientras veía las noticias sobre la captura de Bernard Madoff, uno de los más grandes estafadores de la historia que defraudó con 65 mil millones de dólares, el profesor de la Harvard Business School, Eugene Soltes, se preguntaba sobre lo que estaría pasando en ese momento en la mente del financiero. ¿Qué llevaba a sujetos como Madoff a construir una extraordinaria reputación y respeto entre los ricos y poderosos, mientras en secreto les hurtaba su dinero sin preocuparse por el daño que les causaba?, se interrogaba Soltes. No tardaría en decírselo frente a frente al mismo Madoff en la prisión donde cumple una condena de 150 años. Eugene Soltes entrevistó a Madoff y a casi medio centenar de sujetos de la misma calaña que protagonizaron escandalosos casos de engaño financiero, conversaciones que luego publicó en ¿Por qué lo hacen? Dentro de la mente de los criminales de cuello blanco (Why They Do It: Inside the Mind of the White-Collar Criminal), un vergonzoso, humillante, indignante retrato de un tipo de delincuentes que tienen en común haber estudiado en grandes universidades, encabezar adorables e envidiables familias y que destacaron en sus comunidades por su filantropía; pero que en el fondo son unos ladrones descarados. Pero hay algo mucho más impactante: les importa un comino lo que sus actos ocasionan a sus víctimas y tampoco tienen manifestaciones de remordimiento. “Son personas que lloran en la prisión porque se han perdido la graduación de sus hijos, los aniversarios de bodas de sus esposas o los cumpleaños de sus seres queridos. Es eso lo que afecta mucho más a estos ex ejecutivos de grandes corporaciones. Pero respecto a sus propios delitos, esos actos que causaron mucho daño a miles de personas, carecen de emoción o sentimiento en relación a lo que hicieron”, afirma el profesor Soltes. Mientras me internaba en el fondo de las mentes criminales de los más grandes defraudadores estadounidenses del último siglo, conforme avanzaba las páginas del libro de Soltes recordé los miles de audios que escuché de las conversaciones privadas de Los Cuellos Blancos del Puerto, y encontré varias coincidencias con las mentes criminales peruanas de cuello y corbata. Esto es, la absoluta conciencia sobre cada una de sus acciones, pleno conocimiento del impacto que tendrían sus decisiones sobre las personas y el colosal desprecio por el daño que sabían que producirían. También tuve la oportunidad de acceder a las declaraciones de algunos de los miembros de Los Cuellos Blancos del Puerto que se encuentran encerrados en la cárcel. Ni una pizca de arrepentimiento, ninguna admisión de culpa, nada de vergüenza por las expresiones que les fueron interceptadas en sus comunicaciones telefónicas. Por eso, si recuperan la libertad, probablemente repetirían lo que hicieron pero quizás de una forma más sofisticada para no ser atrapados. Son incurables, como Bernard Madoff, que dentro de la prisión donde se encuentra cumpliendo condena, especula con los precios de los productos que se venden de contrabando entre los reclusos. Son personas nacidas para el crimen.