“Hubo un tiempo, algo remoto, en que la presidencia estaba por encima del bien y del mal. El único sitio en que esto sucede hoy es en los libros de texto escolares”.,El congresista AP Yonhy Lescano acaba de revelar su deseo de candidatear a la presidencia en el 2021. En su caso no parece un camino fácil. Pero no tiene nada de imposible. Tiene un nombre conocido, tiene labia, pertenece a un partido. Con muchísimo menos recursos otros han llegado a la Presidencia de la República. Usamos el ejemplo de Lescano para hacer notar que a pesar de las recientes complicaciones del cargo, ser presidente sigue siendo atractivo. Damos por sentado que casi todos los que no llegaron en el 2016 van a volver a intentarlo, y que el número de aspirantes en el 2021 va a superar todas las marcas. El cargo más alto del país tiene un evidente atractivo. En una estructura política presidencialista, simbólicamente define al peruano más importante y una ubicación desde donde más cosas se puede hacer. Visto así, sorprende que no se presenten aun más personas a la competencia, o al menos que más personas confiesen ese deseo. El creciente número de victorias electorales sorprendentes en los últimos decenios quizás ha incubado la idea de una presidencia más asequible. Una posición a la que también se puede llegar impulsado por fuerzas inesperadas, por el azar, o por un magnetismo popular que el propio candidato desconocía, aunque quizás sospechaba. Cada vez más codiciar la presidencia es un empeño muy personal. La norma es que el aspirante va construyendo en torno suyo los elementos (seguidores, recursos, argumentos) para ir acercándose a Palacio. Las presidencias nacidas de un impulso colectivo son las menos. Esto se refleja luego en la performance, reforzada por la Constitución. Hubo un tiempo, algo remoto, en que la presidencia estaba por encima del bien y del mal. El único sitio en que esto sucede hoy es en los libros de texto escolares, donde un presidente es un presidente, no importa las circunstancias. Hoy es garantía de una imagen polémica, por decir lo menos. Pero aun si no se llega, haber sido candidato, o incluso solo aspirante, imprime carácter y remoza la imagen del político. Haber querido ser presidente es, en cierto modo, una forma de haber sido presidenciable. En este sentido Yonhy Lescano, como tantos otros, a partir de ahora ya no será la misma persona.