"Si primara la razón, Keiko y Alberto tendrían que deponer animosidades y entregar la dirección del movimiento a Kenji, el Fujimori en libertad".,Avanza el proceso de disgregación de Fuerza Popular. A las licencias partidarias de varios dirigentes, comenzando por el presidente del Congreso, Daniel Salaverry, se suma ahora la renuncia de Úrsula Letona y una carta de Keiko Fujimori invocando a mantener la unidad partidaria. La unidad fujimorista es problemática por la naturaleza dinástica de su poder. Fuerza Popular no es una organización con vida orgánica: eventos, congresos, actividad partidaria. Es más bien un movimiento organizado en torno a un líder populista que construyó clientelas electorales distribuyendo dádivas, regalos y cargos en el Estado a sus leales. Alberto Fujimori reforzó esta característica con su costumbre de cambiarle el nombre al partido una y otra vez, según lo que demandaban sus necesidades electorales: Cambio 90, Nueva Mayoría, Vamos Vecino, etc. El nombre de la organización era irrelevante; lo decisivo era la presencia de Alberto Fujimori, el dueño del partido. El esquema fue lo suficientemente fuerte para soportar el colapso del gobierno en el 2000 y la fuga de Fujimori al Japón, su retorno a Chile, su captura y envió al Perú, su juicio y condena a 25 años de prisión por corrupción y delitos de lesa humanidad. Sin embargo, su detención obligó a Fujimori a ceder la dirección de su movimiento político a su hija Keiko, con el objetivo fundamental de conseguir su libertad. Estaba sobreentendido que el partido era de Alberto y el papel de Keiko era cuidárselo. Pero a medida que pasaba el tiempo la meta de Keiko fue desplazándose, de su inicial compromiso con la liberación de su padre, hacia el nuevo gran objetivo de su vida: conquistar la presidencia del Perú. Seguramente ella concilió ambos objetivos diciéndose que el día que asumiera el poder otorgaría el indulto presidencial a su padre. Ineluctablemente, a partir de un determinado momento terminó percibiendo la liberación de Alberto como un obstáculo en su camino al poder, el único objetivo válido. Este giro provocó el gradual alejamiento con su hermano Kenji, quien continuaba alineado con el objetivo de lograr la pronta liberación de su padre. Como es sabido, la brecha creció hasta el enfrentamiento y la ruptura entre los hermanos y la destrucción política de Kenji a manos de su hermana. En el camino se intercambiaron agravios y ofensas cuyas huellas bloquean ahora los intentos de “unificar al fujimorismo”, que reclama Keiko en su misiva. Si primara la razón, Keiko y Alberto tendrían que deponer animosidades y entregar la dirección del movimiento a Kenji, el Fujimori en libertad. Pero a ver si alguien logra convencer a Keiko de la conveniencia de ceder el control del partido al hermano cuya expulsión perpetró hace pocos meses. Y pedirle ahora a Kenji que luche por la libertad de Keiko, cuando las heridas están frescas y su padre sigue refugiado en la Clínica Centenario para no volver a prisión parece demasiado. Difícil reconstituir lazos de confianza familiar con tanta historia pasada. La renuncia de Úrsula Letona, por otra parte, deja la impresión de que hay detrás problemas más grandes que aquellos que los fujimoristas quieren reconocer. Letona afirma que decidió renunciar para no convertirse en un elemento de discordia que divida al fujimorismo. Pero la acusación que levantó contra ella Yeni Vilcatoma, pidiendo su expulsión del partido, no es por anti unitaria sino por un hecho de corrupción valiéndose de su condición de congresista. En lugar de defender su inocencia, Letona, que no es un elemento cualquiera sino una de los voceras más destacadas de Fuerza Popular, renunció inmediatamente. ¿Cuándo visitó a Keiko, antes de renunciar, fue a informarle su intención, como ha dicho, o buscó un respaldo que no encontró? Los días despejarán las dudas. Pero la demostración de poder que ha hecho Vilcatoma debe preocupar a los fujimoristas porque se trata de una ex renunciante, que despotricaba contra el partido y su lideresa y fue reenganchada ocasionalmente para elegir una mesa directiva estrictamente fujimorista en el Congreso. Se vienen ahora las pruebas desde Brasil, que van a comprometer a varios dirigentes, y hay posibilidades ciertas de renuncia de los parlamentarios provincianos, que tienen que velar por su propio porvenir político, ahora que el fujimorismo no ofrece ninguno. Uruguay rechazó pedido de asilo de Alan García. Hay que agradecer al hermano pueblo uruguayo y su gobierno esta nueva demostración de leal adhesión a los principios democráticos y a la lucha contra la corrupción. Con su torpe intento Alan García ha exhibido su cobardía ante el mundo, ha intentado bloquear la justicia, y, como dijo Gustavo Gorriti, ha confesado con los pies. Ha violado además la prohibición judicial de abandonar el territorio nacional demostrando su intención de fuga. Son razones suficientes para que el sistema de justicia decida su detención preventiva.