Lo más probable, congresista, es que casi nunca –si alguna vez– le hayan hecho caso suficiente ni reconocido los intereses que lo mueven a usted, a su pueblo o a su región.,Son tiempos difíciles, congresista. La ciudadanía –el pueblo– desaprueba masivamente el desempeño del parlamento (77%) y de las personas y funcionarios que su partido y su aliado aún controlan en instituciones como el Poder Judicial (70%) o la Fiscalía (67%). Además, el presidente Martín Vizcarra, quien llegó a la presidencia sin partido, sin bancada, sin seguidores y sin ninguna fuerza que no fuera la que le confería la Constitución del Estado (que no es mucha), se les ha enfrentado con gran éxito: ningún presidente ha tenido 61% de aprobación desde que el fundador del fujimorismo se fugara y renunciara por fax desde Japón. Y sucedió lo impensable: su lideresa, Keiko Fujimori, cumple hoy su sexto día de detención junto a otros 19 fujimoristas por, presuntamente, pertenecer a una organización criminal de lavado de activos. Y, sépalo congresista, si no hay más fujimoristas detenidos es porque varios de ellos son todavía, como usted, congresistas y tienen protección constitucional. Pero eso no va a durarles siempre, congresista, quizás ni siquiera dos años completos más. Pese a que disputó dos veces la presidencia de la República (2006 y 2011); pese a que hasta hace dos meses era reconocida por un 36% como la persona más poderosa del país; pese a que tras su segunda campaña logró capturar 73 escaños de 130 y constituir una mayoría sin precedentes en la historia reciente; pese al poder y la oportunidad que dicha mayoría le otorgaba y auspiciaba al 2021, la Sra. Fujimori está hoy, como su padre, privada de su libertad. ¿Quién hubiera imaginado eso en marzo? Lo más probable, congresista, es que usted no pertenezca a la cúpula del partido, ni siquiera a la cúpula de la Bankada; que su teléfono no esté en los chats de Mototaxi ni La Botica. Lo más probable, congresista, es que casi nunca –si alguna vez– le hayan hecho caso suficiente ni reconocido los intereses que lo mueven a usted, a su pueblo o a su región. Al contrario, Fuerza Popular solo le ha pedido disciplina sin jamás considerarlo para ocupar la mesa directiva ni ningún cargo de importancia; jamás confiaron en su juicio ni en su capacidad para proponer leyes o intervenir con su propia voz en las comisiones que usted preside o integra. El partido por el que usted vota en los Plenos le exige sistemáticamente fidelidad a cambio de muy poco o de nada; lo ha forzado a que vote como mandan los de arriba sin dudas ni murmuraciones y sin respetar su opinión lo ha mandado a callar; lo ha ignorado, lo ha obligado a jamás demostrar inconformidad y, en el colmo del agravio, le ha exigido que muestre su voto al público –siendo este secreto– para estar ellos seguros de que usted no los estaba traicionando al votar por una mesa directiva a la que, otra vez, a usted no lo invitaron. Nunca han reivindicado su presencia ni valorado sus aportes: usted no es del partido, ni siquiera es un invitado; usted es un rehén. Casi un siervo. ¿Cuál democracia? ¿Qué institucionalidad? Pero usted es Congresista de la República del Perú. Y lo es, más que por la marca del partido, porque en su región lo conocen desde antes de que Fuerza Popular lo buscara para usar, primero, su jale y, ahora, su curul y su voto. Hoy, aunque la organización sufre por mantenerse a flote y su lideresa escribe sobre la familia y nuevos comienzos, a usted Fuerza Popular sigue exigiéndole cosas sin reconocerle nada. Si cree que la detención los hizo recapacitar, recuerde que ella en ninguna de sus cartas se disculpa ¡ni siquiera con su hermano Kenji o con su padre Alberto! Y no reconoce haber cometido un solo error. ¿Cree que ella le va a pedir perdón a usted? Cuando llegue la hora de repartir responsabilidades –que llegará–, no tenga duda de que, si es necesario, intentarán limpiarse con usted. Piénselo. Las cosas cambian muy rápido, las tendencias no. Y la tendencia es que el barco se hundirá irremediablemente con usted sobre él y, cuando eso suceda, van a usar su cuerpo como flotador. ¿Vale la pena? Buena semana.