Sin partidos fuertes, ¿para qué acercarme a los que se me parecen si la experiencia me indica que puedo ser Presidente solo?,El resultado de la elección en Lima me malogró el artículo que tenía pensado para hoy. No me malentienda. Celebro que el electorado haya apostado por Jorge Muñoz, un político eficiente y honesto con una propuesta programática para la ciudad. Además, me tranquiliza (algo) saber que mensajes centrados en la seguridad, el miedo y la xenofobia no calaron. Felizmente ganó uno de los candidatos mejor preparados para la tarea. Sin embargo, Muñoz me malogró mi texto. Porque si hubiesen ganado Reggiardo, Urresti o, ni que decir, Belmont con digamos 20% tenía pensado lanzar una alerta sobre una peligrosa y egoísta conducta de nuestros políticos: asumir que pueden ser elegidos sin coordinar con otros candidatos con los que tienen grandes similitudes. Todos sueñan con ser ganadores a pesar de no existir en las encuestas. Y esta vez no les había funcionado. La derrota de los pitufos con propuestas programáticas me hubiese permitido mostrar que si al electorado se le ofrecen diversas candidaturas similares le resulta muy difícil coordinar. Si esa coordinación, además, tiene que darse de emergencia, en la última semana, cuando no se pueden publicar encuestas y la información falsa abunda, resulta más difícil. Y resaltar cómo dadas las obligaciones de campaña asumidas, nadie está dispuesto a renunciar. Así, el fracaso de los candidatos programáticos, sean de derecha, centro o izquierda, habría servido para alertar sobre lo que puede venir el 2021. En dicha elección en vez de tener bloques democráticos en el espectro ideológico todo apunta a que tendremos varios presidenciables queriendo ocupar los mismos espacios. Peor: la segunda vuelta incrementa las esperanzas de estos candidatos. Tengo contados por lo menos cinco “presidenciables” buscando ocupar el centro ideológico, por ejemplo. Esta fragmentación aumenta las posibilidades de los extremos, sean los restos de un Fujimorismo en caída o nuevas propuestas autoritarias. Felizmente, estos actores también cargan con disputas y problemas de coordinación. Pero que levante la mano quien crea que dos propuestas de este tipo no pueden ser nuestras opciones en segunda vuelta el 2021. La razón para la dispersión es evidente. Sin partidos fuertes, ¿para qué acercarme a los que se me parecen si la experiencia me indica que puedo ser Presidente solo? ¿Por qué hacer el esfuerzo de crear una organización? Pero en realidad los presidenciables se están fijando en algunos casos de éxito rodeados de decenas de fracasos, su éxito no es tan probable como creen. Esta situación recuerda al artículo del libro Freakonomics en el que sus autores explican por qué los traficantes de droga seguían carreras criminales a pesar de la cantidad de muertes y los bajos “salarios” recibidos. La razón es que, como también sucede con los deportes masivos, algunos ejemplos de éxito y riqueza llevan a miles a seguir una ruta que en la mayoría de los casos es de fracaso. Se observa la evidencia que confirma nuestro deseo de éxito y no la frustrante realidad de la mayoría. Así nuestros candidatos obvian que por cada Fujimori, Humala, PPK (en el 2011), Guzmán o Mendoza hay muchos otros que no salieron del 1%. Pensaba, entonces, alertar sobre lo que puede pasar el 2021 si todos los presidenciables se lanzan. Invitarlos a reflexionar, reunirse, y armar coaliciones hacia propuestas más estables con mandos medios de peso; reforzar o crear partidos. Rematar con el ejemplo PPK: ganar con una bancada pequeña y sin identidad te hace incapaz de gobernar. Pero bueno, el triunfo de Muñoz mostró que el elector limeño sí logró coordinar en tiempo récord. Una buena noticia que lamentablemente será vista por los presidenciables como evidencia adicional de que ellos solitos pueden ganar. ¿Gobernar? Ya luego se verá.