En ese sentido, sí tiene algún asidero la presunción de que las batallas políticas del periodo 2016-2018 debilitarán a todos los contendientes y no solo a los que creen haber ganado.,A dos meses del inicio de un nuevo periodo crítico no se tienen a la vista las condiciones que permitan una salida al corto plazo, de modo que este escenario se prolongará, por lo menos, hasta fin de año, aun si, como las tendencias lo perfilan, se lleve a cabo en diciembre el referéndum aprobatorio de la reforma del CNM. El principal efecto de la prórroga de esta crisis en su estado puro –Gobierno vs. Congreso- será su contagio de todos los actores públicos. Los hechos iniciales de esta “contaminación” están en curso: se aprecian por lo menos otras cuatro rupturas dentro del sistema, que acompañan el conflicto mayor, o que lo visten, una detonación de cuerpos cuyos pedazos deberán ser recogidos y pegados en algún momento. Si se puede. La primera es la ruptura entre la política nacional y la local/regional. Conmueve el esfuerzo que realizan los candidatos, salvo excepciones, para tender un cordón sanitario alrededor de los temas nacionales y evitar los mensajes políticos. Esta es la décimo segunda elección municipal/regional desde 1980 y la más despolitizada, cuyo resultado serán gobiernos locales y regionales silvestres surgidos en medio del desorden y pánico, y sin grandes compromisos y cuentas que rendir. En Lima, el emblema de esta ruptura es el candidato a la alcaldía de Lima que representa a un partido inscrito a través de una operación mafiosa y acusado él mismo de asesinato y violación sexual, aunque cada región tiene su emblema propio, o más de uno. La segunda ruptura es entre la sociedad y la élite. La primera quiere guerra política y la segunda se debate entre la guerra y la paz. La sociedad apuesta por soluciones duras –que se vayan todos, no reelección, cierre del Congreso, cárcel para todos- en tanto que la élite intenta racionalizar la confrontación, pero sin cronogramas y planes estratégicos a la mano. No obstante, la guerra total al sistema desde la sociedad aún carece de generales, en tanto que los bandos en pugna “arriba”, incluso los más esclarecidos, demoran en proyectar un imaginario atractivo que aproveche la riqueza de la relación corrupción-cambio de esta etapa. En ese contexto, la creación de la Asamblea Ciudadana y de la Red Cívica por el Referéndum son aciertos que atienden al principal rasgo de esta crisis respecto de la que terminó con la caída de PPK: la primera vez desde la caída de Fujimori en que el centro de la discusión es un cambio muy profundo y urgente. La tercera ruptura son las guerras civiles al interior del sistema. En relación al servicio de justicia, el organismo más impactado es la fiscalía, aunque en el Poder Judicial madura una crisis que se dinamizará cuando a fin de año se elijan a los nuevos presidentes de la Corte Suprema y de las cortes superiores. En lo más estrictamente político, la mayoría de partidos es sacudido por una disputa entre las bases y la dirección o entre las dirigencias, cuyo episodio más reciente –no será el único- son las declaraciones de Alfredo Barnechea contra Raúl Diez Canseco, de modo que, al prolongarse este escenario, no mejorarán las opciones electorales de los grandes candidatos de cara al 2021. En ese sentido, sí tiene algún asidero la presunción de que las batallas políticas del periodo 2016-2018 debilitarán a todos los contendientes y no solo a los que creen haber ganado. La cuarta ruptura es entre el mercado y la política. La suma de la crisis enero-marzo y la que se inició le podrían costar a la economía dos puntos de crecimiento del PBI. Una respuesta fácil sería afirmar que igual creceremos 4% y que, con crisis o sin ella, los precios de los metales son el principal dinamizador de nuestro crecimiento. Esta respuesta complaciente no toma en cuenta que 6% es siempre más que 4%, y que la confianza de los consumidores y empresarios, o las expectativas de contratación de personal (BCR), operan a la baja, aunque el crecimiento de este año no será providencial para efectos de esta crisis, en la medida que impide a los empresarios tomar partido por una de las partes involucradas en el conflicto.