Su mejor arma es la credibilidad y la independencia, que solo mantendrán respetando escrupulosamente los principios del periodismo.,Es muy emocionante leer el editorial que, coordinado con otros 300 medios de los Estados Unidos, ha publicado esta semana el diario The New York Times, respondiendo a un llamado del Boston Globe. El texto aparece cuando los ataques de Donald Trump contra la prensa se han intensificado a niveles pasmosos, habiendo llegado a llamar a los periodistas «enemigos del pueblo». Ya no se trata solo de llamar a las verdades que no le gustan «fake news» (noticias falsas). El editorial insiste en una de las máximas de la profesión: la permanente pugna de la prensa con el poder político. Toma el ejemplo de Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores, que en 1787 escribió a un amigo: «Si tuviera que decidir si debemos tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin un gobierno, no vacilaría un instante en preferir esto segundo». Veinte años más tarde, luego de ser Presidente, Jefferson pensaba distinto: «No se puede creer en nada de lo que se ve en un periódico. La propia verdad se vuelve sospechosa al figurar en un vehículo tan contaminado». Trump decidió pasar a los actos desde el principio de su mandato y, con un lenguaje de una beligerancia endiablada, le ha proclamado la guerra a la prensa. Como dice el diario El País al reseñar el texto del «Times»: «Trump ataca a los medios de comunicación porque, sin ellos, lo mismo que sin el control de instituciones a cuyo frente está situando a sus acérrimos leales por encima de cualquier consideración de mérito o capacidad, cree despejar el camino para actuar como un autócrata en el interior de una de las más consolidadas democracias del mundo». Han hecho bien los medios estadounidenses en no coger el guante de las provocaciones y mantenerse al margen de esta guerra declarada por Trump. Cometerían un error gravísimo si para enfrentar estos ataques decidieran atrincherarse en posiciones beligerantes, que los llevarían a incurrir en la manipulación de la información para enfrentar a su «enemigo». Ahora más que nunca, su mejor arma es la credibilidad y la independencia, que solo mantendrán respetando escrupulosamente los principios del periodismo. El editorial hace un llamamiento a los lectores. Les pide que no pierdan de vista que, por lo general, las principales víctimas de estas campañas de odio no son los medios poderosos, como la CNN, The Washington Post o el propio The New York Times, sino los pequeños medios locales, como los diarios o las radios regionales (lo mismo que pasa en Perú con la «ley mordaza»). Les pide que se suscriban a ellos y los elogien cuando crean que han hecho algo bien y los critiquen cuando piensen que podrían hacerlo mejor. Convendría que los periodistas peruanos copiáramos esta actitud gremial y supiéramos informar a nuestros lectores, televidentes y escuchas por qué es importante la existencia de una prensa crítica y libre. Porque, como recuerda The New York Times, «una población informada está mejor equipada para erradicar la corrupción y, a largo plazo, promover la libertad y la justicia».