Martín Vizcarra, Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori.,Hay en mi corazón furias y penas; En él es el Amor fuego y Tirano; Y yo padezco en mí la culpa mía. Las furias y las penas, Francisco de Quevedo. Mientras el presidente Martín Vizcarra despliega una estrategia política silenciosa pero potente, que le está dando resultado, dos personas deben estar observándolo en estos días con furia y pena: Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski, respectivamente. Vizcarra lanzó, en coincidencia con el destape de los audios de corrupción en el sistema judicial, un giro importante en su presidencia. Tras un inicio anodino en el que no se percibían objetivos definidos más allá de construir una relación con Fuerza Popular para llevar la fiesta en paz y poder durar, Vizcarra empezó a desmarcarse con posiciones en asuntos clave del fujialanismo, como la SBS/cooperativas y la ley Mulder sobre publicidad estatal, un mamarracho que hasta Daniel Salaverry dice ahora que se debe revisar. Y fue el destape de corrupción el trampolín que Vizcarra usó para relanzar su presidencia con un liderazgo que sorprende, lanzando una reforma política y judicial que usa al respaldo ciudadano como ariete, en medio de giras que refuerzan el vínculo. Anteayer en Pucallpa, ayer en Andahuaylas, en donde habla de obras y lucha anticorrupción y, en medio, va por las calles de Lima para dejar en el congreso sus proyectos y recordarle a FP con quién está la gente ahora: su aprobación trepó diez puntos y alcanza a la mitad de la población y con tendencia al alza. Con Keiko Fujimori no está la gente. Si quisiera dar la vuelta a la manzana necesitaría más chalecos que el fiscal Pedro Chávarry. Su desaprobación es 81% y su aprobación solo 14% con tendencia a la baja. Pero peor que esos números es su orfandad política, sin iniciativa, reaccionando a destiempo, y rodeada de una partida de ineptos, sobones y ladrones que explican sus problemas por ataques supuestos que solo son excusas para camuflar la mediocridad y falta de apuesta por construir un mejor país a través de una oposición constructiva que nunca quiso cuajar. Con penas y furias quizá también esté hoy Kuczynski, pensando por qué no hizo, a pesar de todo lo que se le dijo, la mitad o incluso solo la cuarta parte de lo que hoy hace Vizcarra, en cuyo caso él seguiría en Palacio y el ahora presidente en Ottawa. Es una sola hora larga como una vena, y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado transcurrimos, apartando las sílabas del miedo y la ternura, interminablemente exterminados. Las furias y las penas, Pablo Neruda.