Pero lo más relevante de todo esto es que, al mostrar esa escucha y ese coraje, el Presidente Vizcarra acata el mandato popular.,¿Estará Martín Vizcarra en riesgo de convertirse en el Presidente que necesitamos? Gracias, paradójicamente, a la fuga en el desagüe del Poder Judicial y sus aliados políticos y empresariales, el designated survivor que nos gobierna encontró la oportunidad de enfrentarse a quienes lo tenían secuestrado. Lo cual significa que lo hacían con todos, pues Vizcarra, aunque haya llegado al cargo por gravedad, es nuestro representante. Para ser más precisos, no llegó ahí solo por la ruptura de la cloaca máxima sino por la combinación de valentía de una fiscal, un juez y un equipo policial junto al profesionalismo de IDL-Reporteros, seguido por otros periodistas que continúan haciendo su trabajo. La fiscal acaba de detener a varios integrantes de la organización “Los Cuellos Blancos”. Vizcarra no dejó pasar la ocasión y tuvo la osadía de pronunciar palabras tan peligrosas como equidad de género, machismo, feminicidio, referéndum, racismo en presencia de los secuestradores (faltó LGTBI). Más aún, les enrostró la salita del SIN y el financiamiento de los partidos: una auténtica declaratoria de guerra a la corrupción, solo que a diferencia de otros discursos vacíos, éste tenía el inmenso valor agregado de hacerlo ante los jefes de banda y, aspecto de enorme importancia simbólica, en el día de la Independencia. De pronto la angustia y el desánimo que acompañaban a la indignación y el asco como dice Rocío Silva Santisteban, se vieron contenidos, como decimos los psicoterapeutas. Es lo que sucede cuando una persona se siente escuchada y comprendida. El Presidente mostró empatía con el clamor popular. Incluso de aquellos que se escudan en la indiferencia, lo cual es entendible dada la historia de fracasos y discursos huecos que suelen escoltar a la corrupción alojada en lo más íntimo de nuestro vínculo social. Pero lo más relevante de todo esto es que, al mostrar esa escucha y ese coraje, el Presidente Vizcarra acata el mandato popular. Somos nosotros quienes le exigimos que cumpla con su deber. Le atribuimos un gran mérito porque es inusual que un mandatario lo haga. Sin embargo es su obligación. Para eso lo trajimos, como se dice en el fútbol. La euforia patriótica del Mundial parecía haberse desvanecido por completo. Peor aún, la hemorragia de audios incriminatorios la había sustituido con un retorno vengativo a la “normalidad”. Esa normalidad patológica es la que necesitamos combatir. Para eso es preciso apoyar este programa de lucha contra quiénes pretenden retomar el control del Perú, copando sus instituciones de gobierno. Lo estaban consiguiendo. Ahora surge la esperanza. No podemos cometer el error de caer en otra ola eufórica, similar a la hipomanía que se alterna con la depresión en los cuadros de bipolaridad de tipo II (en donde los episodios depresivos son más frecuentes). Tampoco podemos dejar pasar la oportunidad de golpear el fierro mientras está caliente. Vizcarra tiene la obligación de cumplir lo prometido; nosotros de apoyarlo y, al mismo tiempo, estar vigilantes.