El gobierno peruano parece decidido a impedir que el show se materialice en Lima. Pero si Maduro está igualmente decidido, en teoría tiene algunas posibilidades de zamparse. Negarle permiso de aterrizaje a su avión o impedirle cruzar Migraciones le serviría en bandeja a Maduro la condición de víctima, y sería más bien bochornoso para el Perú.,Los líderes chavistas siempre han dado un buen espectáculo. Nicolás Maduro acaba de demostrarlo al construir uno para la imaginación. Como un Harry Houdini al revés, ofrece entrar como presidente, por cualquier medio, a un país que no quiere recibirlo. Con esto captura los reflectores y produce unos 25 días de intenso suspenso político. El gobierno peruano parece decidido a impedir que el show se materialice en Lima. Pero si Maduro está igualmente decidido, en teoría tiene algunas posibilidades de zamparse. Negarle permiso de aterrizaje a su avión o impedirle cruzar Migraciones le serviría en bandeja a Maduro la condición de víctima, y sería más bien bochornoso para el Perú. Más todavía si Maduro opta por aparecerse de la mano con un presidente camarada, digamos Evo Morales, que mantiene buenas relaciones con el Perú. Como los magos convencionales, entonces Maduro podría, ingrese o no a territorio peruano, hacer desaparecer toda la VIII Cumbre de las Américas bajo un manto de diatriba antiimperialista. Todas estas posibilidades son improbables, pero no dejan de tener consecuencias. La perspectiva de un conflicto a las puertas de la cumbre puede terminar desanimando a Donald Trump. Esto desluciría a la cumbre, y Maduro habría obtenido un importante triunfo diplomático sin más esfuerzo que hacer un discurso deslenguado, como suele hacerlos. Pero todo esto también tiene costos para Caracas. La bravata pone en espectacular evidencia ante el mundo su condición de gobierno paria en la región. También habla de una desesperada necesidad de estar presente en el tipo de foro latinoamericano de los que denuesta. Luego está la exhibición de agresividad pura y dura, en clave de pataleta. Pero como en el caso de Houdini, o de los magos que trabajan con espejos, todo el incidente es ilusorio. Porque si el gobierno no puede realmente maltratar a Maduro en territorio peruano, Maduro en el fondo tiene miedo de salir de Venezuela, y más aun de hacer un viaje anunciado con tanto tiempo. El mismo declara que vive rodeado de complots. Pero Maduro no confesará su temor a dejar el Palacio de Miraflores sino al final. Si Trump arruga frente a la cumbre, el chavista lograría una múltiple victoria frente a Washington, Lima, la OEA y la propia cumbre. Maduro no vendrá de ninguna manera, pero la bolita está realmente en la cancha de Trump.