El terruquear viene fuerte desde este gobierno, que es igual de trucho que sus métodos. ,Las tablas de Sarhua son el cómic de los Andes. Las herederas naturales de las crónicas ilustradas de Guamán Poma de Ayala, el indígena que decidió contar en el año 1600 las injusticias cometidas por la Corona española contra su gente. Fue y sigue siendo un documento político y literario primordial. Las pinturas de Sarhua, conocidas en todo el mundo, detallan minuciosamente la épica cotidiana de esa comunidad, sus penas y alegrías, pero también van más allá. De los relatos visuales de maestros como Primitivo Evanán emana una búsqueda artística, vívida, trascendente y también de denuncia del horror de esos años en que su pueblo permaneció atrapado entre dos fuegos, el de Sendero Luminoso y el del Estado peruano. En la tabla que vilmente descontextualizó y satanizó el diario chicha Correo puede verse la crónica desgarradora del ingreso de Sendero a sus tierras: “Portando metralletas, cuchillos, petardos, explosivos y bandera roja, llegaron intrusos, obligando con amenazas de muerte, y falsas promesas de justicia social, humildes inocentes campesinos no comprenden promesas de extraños, confundidos piden protección a los apus... La comunidad cree que ha llegado el fin del mundo”. Esa serie pictórica termina con la comunidad ajusticiando al líder senderista, por eso la obra es profundamente antiterrorista, todo lo contrario de lo que nos quiere hacer creer la cloaca política y mediática en la que vivimos: Estado policial, cultura del negacionismo, criminalización de defensores de derechos humanos, prensa chicha resucitada y farsas de inspiración montesinista. Acusar a los supervivientes de Sendero de glorificar el terror porque decidieron contar su dolor y expresarlo artísticamente contra el olvido es apología de la imbecilidad. El terruquear viene fuerte desde este gobierno, que es igual de trucho que sus métodos. Menos mal que el arte popular seguirá siendo guardián de nuestra memoria.