Columna escrita antes del partido, para que la lea hoy.,Hay algunos secretos entre periodistas que están bien protegidos de los lectores, y que constituyen herramientas útiles para circunstancias inciertas, como tener que (o querer) escribir sobre un evento antes de que este ocurra, pero sabiendo que el lector lo leerá ya conociendo lo que al final sucedió. Por ejemplo, el partido decisivo de anoche donde Perú se jugó la vida ante el potente equipo de Colombia. El partido estaba previsto para empezar a las 6:30 de la tarde, por lo que debiera haber terminado a eso de las 8:30 p.m., o quizá un poco más tarde. Además, la salida del estadio será más lenta de lo usual. Si hay motivo para celebrar, quizá se empiece a dejar el estadio una hora después, como a las 9:30 p.m., y si ocurrió lo que ningún peruano desea, pues igual será lenta la evacuación. Eso implicaría empezar a escribir esta columna recién al llegar a mi casa, a eso de las 10:30 de la noche, lo que, a su vez, significaría acabar casi a la medianoche, algo que, además de perturbar el cierre, se complicaría por la perturbación que me producirá cualquiera de los resultados. Si ganamos, o al menos chapamos el repechaje, por la tremenda euforia que se desataría por volver a un mundial –o estar a punto de lograrlo– después de unos muy largos treintaiséis años. La emoción sería muy profunda. Por otro lado, cuando a inicios de año se planteó que, para clasificar, se necesitaba ganarles a Uruguay y Bolivia, y a Ecuador en Quito, empatar en La Bombonera, y luego derrotar a Colombia en Lima, el objetivo parecía misión imposible. Caer ante el último escollo produciría una frustración muy grande por haberse quemado el ‘plan’ en la puerta del horno. Así que, mejor, escribo de una vez esta columna antes de salir para el estadio, para que usted la lea hoy, aunque sin saber el resultado del partido contra Colombia. Pero no hay cómo engañar al lector. Esta noche es de vida o muerte, sin medias tintas. Ojalá que anoche se haya ganado. La esperanza e ilusión que se vio ayer en el Perú, en las calles, los colegios, los cuarteles, ha sido muy grande, como no se veía en el país desde hace varias décadas. Pero todo puede haber sucedido. pues también se pudo haber perdido. En cualquier escenario, el del fracaso o el de la victoria, con eliminación o con clasificación, con euforia o con pena, la conclusión debe ser –como decíamos ayer en esta columna– la misma: hay que seguir aplicando el plan en marcha con perspectiva de mediano plazo. Sigamos con fe.