La comunidad indígena de Osherato queda cruzando el río Ene desde puerto Remolino, y su escuela es el retrato del informe del INEI sobre pobreza: anemia, ningún servicio básico, infraestructura deficiente y hambre.
Su gente, ejemplo de solidaridad, compromiso y resistencia encarnados en la alegría de los niños, la valentía de la profesora, la desesperación del padre de familia y la indignación de la dirigente de la Central Asháninka del Río Ene.
Necesitamos ser capaces de responder con eficiencia y exigir una alternativa más allá de la descripción del problema.
Un ejemplo que ha demostrado ser eficaz son los colegios albergues por cuencas, como el San José de Chiriaco, que administra Fe y Alegría, o el de Potsoteni en Río Tambo, que necesitan infraestructura y servicios.
La verdadera pregunta es ¿cómo se distribuyen, gastan e invierten los recursos públicos?, que claramente no llegan a Osherato.
¿Es un problema de recursos, de mala administración o de corrupción?
El debate sobre el uso de recursos públicos debe ir más allá de la corrupción, cuestionando la eficiencia del gasto, la administración estatal y la falta de rendición de cuentas en cómo y quién decide el uso del dinero público.
No basta con documentar la pobreza; se requiere una agenda que plantee cambios reales y sostenibles.
Al inicio del evento, cantaron el himno e izaron la bandera mientras me cuestionaba sobre si realmente se puede ser libre con el estómago vacío.
Es hora de actuar con firmeza y determinación, con justicia en la distribución de los recursos, transparencia en la administración y un compromiso real para erradicar la corrupción.
La dignidad y el futuro dependen de las acciones que tomemos. Solo a través de un esfuerzo conjunto y decidido podremos construir un país justo y equitativo para todos, en el que seamos verdaderamente libres.