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Opinión

Desastre y despiporre en las fiscalías, por Augusto Álvarez Rodrich

Ministerio público, el Petroperú de la institucionalidad del país.

larepublica.pe
AAR

El crimen organizado, al que se supone que el Ministerio Público (MP) investiga, se ha instalado en esta institución clave del sistema de justicia hoy convertida en terreno para ajustes de cuentas a quienes deben seguir la pista y entre sus propios miembros.

La crisis del MP va de rey a paje. O reina. Patricia Benavides, quien no ha tenido la gentileza de mostrar los títulos que le sirvieron para ser fiscal de la nación, ante la duda de su existencia, tuvo anteayer un traspié al anularse la resolución que detuvo la indagación de la JNJ por salvar a su hermana jueza investigada por ayudar a narcos.

A su vez, la JNJ —responsable de ratificar y remover a fiscales y jueces— se sigue defendiendo del congreso que quiere expulsar a todos sus miembros para reemplazarlos por gente afín a sus objetivos políticos y subalternos, incluyendo la elusión de investigaciones por corrupción a varios congresistas.

La última expresión de la degradación del MP es un fiscal recién nombrado en la autoridad de control, Carlos Muñoz, que apenas llegó suspendió por 8,5 meses a Rafael Vela como coordinador del equipo lava jato por criticar a una jueza que liberó a Keiko Fujimori.

Sanción que, por venir de una institución desprestigiada como el MP, favorece a Vela al sancionarlo solo por ejercer su derecho a criticar un fallo judicial y ponerlo como héroe castigado por la corrupción, cuando él dirige un equipo que defraudó la ilusión de la gente de que se hiciera justicia al dedicarse al figuretismo sin resultados; actuar con prepotencia para atropellar los derechos de los procesados; incluir personas inocentes sin fundamento; solicitar penas —prisiones preventivas, embargos, etc.— como condenas adelantadas que nunca conseguirán; pervertir a un sector del periodismo que canjeó ‘primicias’ por complicidades con estos fiscales ineptos y abusivos que no querían disidencias y hasta amenazaban a los que cometían esa ‘audacia’; y participar en complots para derribar presidentes de la República.

Esto que ocurre en Lima es peor en regiones, donde el despiporre corrupto de los fiscales es aún más grave.

El MP es hoy a la institucionalidad peruana lo que Petroperú es a la economía nacional: un desastre en progreso que afecta a todo el sistema.