Cargando...
Opinión

Presidente sin saber leer ni escribir, por Augusto Álvarez Rodrich

"Argumentos de la defensa de Castillo son un insulto al país".

larepublica.pe
AAR

Desde la excusa inicial de que estaba drogado, hasta la más reciente de que estaba amenazado de muerte, la defensa judicial del expresidente Pedro Castillo dentro y fuera del país tiene el eje común de ser un mamarracho insostenible frente a cualquier confrontación con la realidad, y constituye un agravio más a una nación que no merece ser insultada de esa manera.

“Se vio obligado a leer el discurso. Fue acorralado, emboscado, con amenazas de muerte hacia su persona. Ese día, si no se le vacaba, iba a ser asesinado y luego iban a detener a su familia”, sostuvo un abogado de Castillo, Eduardo Pachas, esta semana.

Eso es una mentira que desafía el sentido común, lo que se vio en la mañana del 7 de diciembre, y lo observado en el video detrás de cámara de ese día en el que Castillo se muestra muy seguro de la situación y coqueteando a la premier de entonces Betssy Chávez.

Esas mentiras deben ser confrontadas en un contexto en el que, por razones ideológicas o identitarias, se quiere hacer creer que el golpe fue del congreso y no del presidente Castillo.

En la misma dirección del tinterillado apunta el abogado argentino Guido Croxatto, quien señaló que Castillo “no quiso darles su discurso a los abogados para que le dijeran que podría estar mal, simplemente lo leyó. Era un discurso que le acercaba a las bases populares, al pueblo”, dejando de lado el proyecto de decreto ley encontrado en palacio con el que se ponía en marcha su dictadura.

Dicen sus abogados, además, que Castillo fue detenido de modo indebido, obviando la flagrancia del delito que cometió por el que hoy está preso en el fundo Barbadillo, donde permanecerá un par de décadas, como se dice, ‘sin saber leer ni escribir’.

Una frase que bien podría ser el epitafio del más inepto de los presidentes peruanos, además de golpista y ladrón —aunque en esto tiene una competencia más sólida—, por lo que es evidente que se debe incorporar en el proceso a todos sus probables cómplices, desde Chávez, pasando por Aníbal Torres, Guillermo Bermejo y sus abogados Raúl Noblecilla o Ronald Atencio, sin olvidar informes penosos como el de la misión de la OEA que vino a Lima para ser la retreta del dictador fracasado.