Cuando cada uno ha hecho su propia evaluación del primer medio año del Gobierno, también es útil hacer un análisis del balance hecho por la propia presidenta Dina Boluarte para rendirle cuentas al país sobre los logros de su administración en ese lapso.
Lo más valioso del balance realizado el viernes con la participación de la presidenta Boluarte y de su gabinete ministerial es que este efectivamente se hizo, un contraste con la mayoría de sus predecesores que esperaba hasta fiestas patrias para hacer un mensaje, y especialmente de quien ella fuera vicepresidenta, Pedro Castillo, quien ni sabía lo que era rendir cuentas.
Pero más allá de hacerlo, las dos horas y cuarenta minutos que corrieron con mucha lentitud desde el mediodía del viernes fueron un plomazo que debió tener otro formato para que no fuera tan aburrido y diera la impresión de que presidenta y ministros no le hablaban al país, sino para ellos mismos.
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Y quizá ese fue el problema central del balance del primer medio año en el que escaseó la autocrítica por lo no hecho o hecho mal, y abundó el autobombo por logros que, sin duda, también tiene su presidencia: se hizo para el propio gobierno, pero no para un país que espera algo —bastante— más.
Para empezar, una explicación que hasta hoy el gobierno no ha ofrecido sobre las muertes ocurridas en las protestas violentas del inicio. La omisión de este hecho sugiere que Boluarte cree que puede esconder las calaveras en el armario o bajo la alfombra, sin que nadie se dé cuenta. Craso error.
Junto con eso, el mensaje de la presidenta y los ministros no se ocupó con profundidad en asuntos cruciales en el momento actual, empezando por la urgencia de generar inversión privada para promover crecimiento y, gracias a esta, empleo y reducción de pobreza. Asimismo, un programa de inversión especial para Puno tipo plan Marshall. O sobre la inseguridad ciudadana creciente y asfixiante en todo el país.
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Si, como es notorio y evidente, la presidenta Boluarte se quiere quedar por más de tres años, hasta 2026, siendo hoy lo más probable que eso ocurra, el Gobierno debe dejar de pensar como si fuera de transición para hacerlo con una perspectiva amplia de políticas públicas donde el foco no solo sea durar.