La ceremonia de ayer en palacio para conmemorar el XII aniversario de la Alianza del Pacífico (AP) fue una respuesta correcta a la majadería de los presidentes de México y Colombia, quienes usan la ideología por delante de los principios y de los tratados.
El avance de la AP como bloque de integración económica para el desarrollo entre Chile, Colombia, México y Perú ha sido positivo, incluso al cambiar los enfoques en sus presidencias.
Andrés Manuel López Obrador, Gustavo Petro, Gabriel Boric y, hasta hace poco, Pedro Castillo, significaban un cambio de orientación con relación al momento fundacional de Felipe Calderón, Juan Manuel Santos, Sebastián Piñera y Alan García.
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Lo cual no debería haber significado un replanteo de la AP, pero esta se enturbió por motivos que no tienen que ver con los objetivos de este exitoso esquema de integración, sino con la incomodidad de López y Petro por haber perdido el pongo de su club que tenían en el Perú luego de que Castillo fuera vacado por querer ser un dictador.
En defensa abierta de un expresidente golpista, corrupto e inepto, López y Petro se dedicaron a atacar al gobierno constitucional de Dina Boluarte que surgió tras el golpe, mientras que Boric tuvo algunas de sus tradicionales confusiones que luego corrigió al ser alertado por su Cancillería.
López se negó a entregar al Perú la presidencia pro tempore de la AP, lo cual no tiene incidencia práctica, pero sí es un gesto inaceptable que comparte con Petro, con actitudes de injerencia que justifican plenamente el retiro de los embajadores en ambos países, salvo para quienes crean que el interés particular justifica el agravio al país.
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En ese ámbito de los gestos, la ceremonia de ayer en palacio contó con una concurrencia plural y amplia de excancilleres y diplomáticos peruanos que es muy valiosa pues en asuntos de interés nacional no debe haber espacio para el aprovechamiento particular.
Tal como ya lo demostró Torre Tagle, por ejemplo, con el esfuerzo para el caso peruano ante La Haya en el diferendo limítrofe con Chile, en el que el papel de los embajadores José Antonio García Belaúnde y Allan Wagner fue fundamental, y cuya presencia ayer en palacio fue, por lo mismo, importante.