Adoptar un animal: bondad. Adoptar un animal y cuidarlo por diez años: gratitud. Adoptar un animal por diez años y cambiar de ciudad con kennel y vacunas puntuales: tenencia responsable. Sin embargo, una vez migrante, ni la bondad ni la gratitud ni la tenencia responsable bastan para los propietarios de Marketplace: en la capital, buscar un domicilio con admisión a mascota se convierte en una descarga de noes.
“No negociable”. La restricción fastidia el ánimo porque, junto con la merma en las alternativas, se asoma un testimonio de retroceso social: hay quienes consideran a los animales de compañía un problema. Si bien la preferencia por ellos es permisible —ser amo es un arbitraje personal—, la exigencia para que el potencial inquilino —quien está dispuesto a pagar una cuota a cambio de un techo independiente— desista de una de sus posesiones quebranta la tolerancia.
El pacto entre arrendador y arrendatario vigila los servicios, las fechas de abono y el cuidado de las áreas, ¿por qué la cantidad de pisadas? Las cuatro patas extras pertenecen al núcleo emocional que se refuerza entre cuatro paredes, donde se hace hogar. Más que con los derechos de los animales —aunque en el Perú existe, dirigida a su integridad, la Ley de Protección y Bienestar animal—, tiene que ver con el humano que ha elegido un estilo de vida: pelos, caminatas y compañerismo silencioso.
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Navegar por la web es exponerse a cuestionamientos acerca de este ritmo y, de paso, a comparaciones disonantes: “No fumadores, no mascotas”. El desencuentro conlleva a un análisis eventual mientras el dedo se decide a dar otro clic: incluso la condición con el cigarro es refutable para quien vive solo y construye sus hábitos. Seguro los defensores del humo tienen más argumentos. Por ahora yo, dueña de Layla y examinadora diaria de ofertas, he encontrado más rechazo que cortesía, dos palabras que sin ser antónimos se han posicionado como tales luego de consultas y de respuestas. La lectura con normas de segregación desgasta; desconocer el próximo paradero, más. La mudanza es en plural, pero negocia el que posee la facultad del habla.