La verdad y los principios son asesinados cada día por quienes sienten que la crisis política que vive hoy el Perú es una guerra del fin del mundo en la que no hay otra opción que tomar partido por un extremo: renuncia Dina Asesina vs. muerte a Castillo y sus terrucos.
Para quienes no están —estamos— en ninguno de esos extremos es más sencillo darse cuenta del doble estándar y de las inconsistencias de los cada vez más Mambrús que se fueron a esta guerra, aunque no deja de ser perturbador el tratar de ubicarse en este complejo territorio comanche en donde algunos optan por el cuerpo a tierra.
No interesa el asunto que se trate, estos seguidores de Mambrú toman partido por ‘la verdad’ —la suya— o el argumento que convenga al partido por el que ya tomaron partido, llegándose, si ya no hay más remedio, a omitir u obviar el tema que debilite su posición.
Por ejemplo, la intromisión majadera e insolente en asuntos peruanos de los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Gustavo ‘Petroperú’ es defendida por quienes defienden a Pedro Castillo y están en contra de Dina Boluarte, incluyendo a quienes echan por la borda una trayectoria en el entendimiento de las relaciones exteriores por su matricula con el golpista de Sarratea.
Hablando es eso, el anuncio del amauta de Puña del 7 de diciembre es definido según el partido de los extremos por el que se haya tomado partido previamente. El distinguido sociólogo Sinesio López, por ejemplo, no habla de ‘golpe’ —que es lo que indudablemente fue— sino de ‘caída’. A su vez, ese par de asesinos de la verdad y los principios que son AMLO y ‘Petroperú’ condecoran y abrazan a los dictadores Miguel Díaz-Canel de Cuba y Nicolás Maduro de Venezuela, pero gritan que Dina es presidenta espuria y asesina.
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Del otro lado, ante la evidencia del crimen de ciudadanos que protestaban en Ayacucho, hay quienes desmienten lo indudable y hasta justifican esas muertes por la necesidad de orden.
La verdad es asesinada por quienes tomaron partido y lanzan opinión antes de tener información por solo estar interesados en quién debe ganar la guerra en que se sienten, al margen de los principios —uno por ocasión— pues creen que el fin justifica los medios y que acá ya no hay lugar para los débiles.