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Opinión

Estrategia de la protesta, por Mirko Lauer


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La estructura de las protestas en la calle de América Latina varía, y sus resultados también. En el Perú, el modelo disponible ha sido la Marcha de los cuatro suyos del año 2000, clave en la caída de Alberto Fujimori. Esta vez, el comité central de la protesta quiso repetir la hazaña, pero eso no pasó de una consigna. ¿Por qué?

El volumen de fuerzas del orden en Lima desanima asonadas como las de ciudades del interior. Probablemente, la disponibilidad de agitadores entrenados y profesionales es menor en la capital del país que en las ciudades del sur andino. Finalmente, Lima no ha sido plaza de Pedro Castillo ni de la izquierda.

Por eso, en las calles de Lima, las cosas se desarrollan de manera más o menos pacífica, como otros tantos actos de presencia protestadora. Mientras que en algunas regiones del sur la protesta destruye con eficacia, juntando varias tácticas de la guerra asimétrica que se busca. En otras palabras, comportándose como si no hubiera mañana.

Pero hay de todo. Por ejemplo, los agricultores que ven el vandalismo contra sus fundos en la costa hablan de un verdadero mercado de jóvenes a mano, sobre todo si los policías son pocos y las tareas simples. No es lo mismo bloquear una pista que tratar de tomar un aeropuerto, o incendiar una comisaría.

Cuando se compara lo que viene sucediendo en el Perú con pasadas protestas en Brasil o Chile, vemos que la protesta opositora en esos dos países se concretó en varias grandes manifestaciones concentradas y sucesivas. Aquí hemos venido viendo mítines de medianos a pequeños, buscando cubrir cada vez más territorio. ¿A qué corresponde?

La consigna de la toma de Lima ha sido un recurso para demostrar fuerza, pero en ningún momento las marchas han tomado realmente ciudad alguna. En realidad, las han recorrido, demostrando capacidad de acción y acumulando publicidad. En lo esencial, los conductores de esta estrategia han venido tirando la piedra con mano ajena y escondiendo el rostro.

Da la sensación que a estas horas el retorno de Castillo o la salida de Boluarte no son preocupaciones centrales de los estrategas de la protesta. Más bien se trata de ir creando bases de inestabilidad social para una siguiente etapa.

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