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Opinión

Ollas y cucharones contra Pedro Castillo

“Para poner la otra mejilla primero hace falta tener un rostro. Sin embargo, la figura del presidente resulta tan borrosa como su discurso”.

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El mensaje a la nación otorgado por Pedro Castillo el 28 de julio duró alrededor de dos horas. Foto: Andina / composición de Gerson Cardoso / La República

Para poner la otra mejilla primero hace falta tener un rostro. Sin embargo, la figura del presidente Pedro Castillo, cabeza y cuerpo, resulta tan borrosa como su discurso de 86 páginas. Esa bruma la proyecta en su concepción acerca de la realidad peruana: con un inventario genérico, el mandatario se desentiende de la herida social agravada por el alza de precios. Aquella omisión refuerza su papel de político, maestro, exrondero y ciudadano poco confiable.

“Compatriotas, ser reconocidos como el mejor destino culinario del mundo dice mucho de ese binomio de biodiversidad con las ollas y cucharones”, leyó el jefe de Estado durante el mensaje a la nación. Él destaca con palabras altisonantes, ajenas a la usual construcción de su prédica, la abundancia en un ámbito ya popular —la gastronomía—, pero prefiere ignorar el sabor de una patria agria y opta por aderezarla con retórica: “¿Acaso tener menos pobres no es bueno para nuestro país?”, pregunta quien concibe la entrega de bonos como la solución frente a la carencia.

Su miopía lo acompaña también para estipular roles. Si bien aceptó con una cuota de agua y jabón de por medio haber fallado en algunas designaciones, el profesor considera que la prensa es la enemiga y la victimización una gran aliada. “Aún cuando se injuria a mi familia a diario y se ofende la majestad de la Presidencia de la República, me someto a la justicia para aclarar los delitos que se me pretenden imputar con respeto al debido proceso y no a la justicia mediática”, sostuvo.

Tras un año de gobierno, Castillo ha creado no solo su propio concepto de justicia, sino también su peculiar círculo de actores sociales, uno donde el periodismo —pese a ser un protagonista legítimo en la opinión pública— parece ser el ruido de dos útiles de cocina que se estrellan para alertar a la comunidad: las ollas y cucharones, los cuales, cabe recordar, también configuran un símbolo de protesta. Se trata de un artífice pacífico que eleva la voz y señala que algo no está bien. El Perú no lo está.