
Lanzada en 2013, la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China se presenta como un ambicioso proyecto global de infraestructura. Su objetivo es facilitar el comercio y las inversiones entre Asia, Europa, África y Medio Oriente. Sus componentes clave incluyen el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda, que conecta regiones por tierra, y la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI, que establece corredores marítimos estratégicos.
El acuerdo abarca proyectos emblemáticos como el Corredor Económico China-Pakistán y el tren de alta velocidad entre Yakarta y Bandung, en Indonesia. Para muchos países, su atractivo reside en la posibilidad de mejorar la conectividad, atraer inversión extranjera y fortalecer el comercio internacional. No obstante, la iniciativa ha recibido críticas debido a la falta de transparencia en ciertos proyectos y al alto nivel de endeudamiento que podría generar.
Hasta el momento, solo dos países, Italia y Panamá, han abandonado formalmente la iniciativa, según reportes de Bloomberg Línea y declaraciones de expertos en política internacional como Clara Inés Pardo y Camilo Defelipe Villa. En Italia, la salida se decidió en 2023, durante el gobierno de Giorgia Meloni, tras cuestionar los beneficios obtenidos desde su adhesión en 2019 y por ser el único miembro del G7 en formar parte. La administración de Meloni subrayó que la decisión no obstaculizaba la continuidad de los vínculos económicos y comerciales con China, y optó por un enfoque pragmático en su política exterior.
Por su parte, Panamá resolvió no renovar su participación en 2025. La decisión respondió a presiones de Estados Unidos y a preocupaciones relacionadas con contratos firmados con empresas chinas como Hutchison Ports PPC, responsable de la gestión de áreas estratégicas de carga cerca del canal interoceánico. Como explicó Camilo Defelipe Villa: “Salirse no implica que no puedan profundizar sus relaciones. Italia se salió porque no percibía beneficios, Panamá ante la presión de EE.UU.” Estas salidas evidencian que algunos países utilizan la iniciativa como una herramienta de negociación para ajustar sus relaciones con China y Estados Unidos, con el propósito de proteger sus economías ante posibles riesgos financieros y evitar una dependencia excesiva.
En América Latina, la adhesión a la iniciativa ha sido considerable. Argentina, Uruguay, Chile, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Perú y Nicaragua ya forman parte de la Ruta de la Seda, lo que ha ampliado la presencia de China en la región. Recientemente, Colombia formalizó su incorporación, a pesar de las advertencias de Estados Unidos, su principal socio comercial. Esta decisión demuestra un interés estratégico por fortalecer la conectividad y los lazos económicos con China.
Asimismo, Chile y Brasil firmaron acuerdos de cooperación con China durante el Foro China-CELAC realizado en Pekín. Estas acciones buscan consolidar sus relaciones comerciales y de inversión. Dichos movimientos reflejan el interés de los países latinoamericanos por obtener beneficios económicos de la iniciativa sin perder autonomía ante presiones externas. También confirman la creciente influencia de China en la región.

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