
España e Italia han dado un paso decisivo en su política de defensa al confirmar la construcción de nuevos portaviones convencionales, lo que representa un viraje significativo en las capacidades estratégicas de ambas marinas. Para España, este será el primer portaviones de su historia, mientras que Italia ha planteado una meta más ambiciosa: contar con un navío impulsado por energía nuclear, lo que la convertiría en la tercera nación del planeta con una embarcación de estas características.
Mientras tanto, Francia avanza con el ensamblaje de su próximo portaviones nuclear, que reemplazará al veterano Charles de Gaulle. En este contexto, cobra fuerza una interrogante de fondo.
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La idea de una alianza naval entre España, Francia e Italia no sería nueva. En 2020, Navantia se sumó a una colaboración estratégica con los astilleros Fincantieri y Naval Group, representantes de los gobiernos de Italia y Francia, respectivamente, para diseñar la primera corbeta de fabricación europea. Este ambicioso proyecto cuenta con el respaldo económico del Fondo Europeo de Defensa y tiene como meta desarrollar una nueva generación de buques modernos y versátiles.
Estas tres compañías no solo se encuentran entre las más influyentes del continente en el ámbito militar, sino que también acumulan décadas de experiencia en la construcción naval, lo que les ha permitido consolidar una red de clientes en diferentes partes del mundo. Esa trayectoria internacional contribuye a una mayor compatibilidad entre sus sistemas y facilita el trabajo conjunto. Por citar algunos ejemplos: Navantia lidera programas navales en Arabia Saudí y Australia, mientras que Fincantieri está a cargo de las futuras fragatas que integrarán la flota de la Armada de Estados Unidos.
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La Armada española ha dado un paso clave al solicitar a Navantia un estudio técnico para desarrollar el que sería el primer portaviones convencional en la historia del país. Este tipo de evaluaciones suele requerir varios años de trabajo, según fuentes especializadas en la industria naval.
La meta es ambiciosa: tener la embarcación lista hacia el año 2040, una fecha que coincide con el calendario marcado por Italia para poner en operación su propio portaviones, que contará con propulsión nuclear. Mientras tanto, Francia ya tiene en marcha la construcción de su nuevo buque nuclear, destinado a reemplazar al Charles de Gaulle. Sin embargo, los retrasos técnicos y los obstáculos en el proceso han generado incertidumbre sobre la fecha definitiva de su lanzamiento.
Este renovado impulso por fortalecer las capacidades militares en Europa Occidental no ha surgido por casualidad. La serie de tensiones acumuladas en los últimos meses, marcadas por la invasión rusa a Ucrania y la postura cada vez más distante de Estados Unidos hacia sus socios en la OTAN, ha obligado a Bruselas a acelerar su respuesta. El escenario internacional ha empujado al continente a retomar con urgencia una agenda de rearme que durante años permaneció en segundo plano.

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