Ubicada en el actual territorio de Palestina, existe una ciudad, catalogada como la más antigua del mundo, con más de 11.000 años de historia. Sus primeros asentamientos datan del 9.600 a.C., cuando grupos de cazadores-recolectores de la cultura natufiense se establecieron en la región, aprovechando el manantial Ein as-Sultan para el desarrollo de la agricultura. Además, excavaciones realizadas en Tell es-Sultan por arqueólogos como Kathleen Kenyon revelaron una muralla de piedra y una torre de nueve metros de altura, consolidándola como la primera ciudad fortificada.
Esta ciudad muestra una organización social avanzada y prácticas rituales sofisticadas. Los arqueólogos encontraron cráneos modelados con yeso y conchas en los ojos, lo que refleja una profunda preocupación por el más allá. La importancia histórica de la ciudad fue reconocida por la UNESCO, que en 2023 la inscribió en la lista de Patrimonio de la Humanidad. Esta inclusión subraya el valor cultural y arqueológico de la región, donde las ruinas de Tell es-Sultan continúan ofreciendo nuevas perspectivas sobre las primeras civilizaciones humanas.
Jericó, ubicada en el actual territorio de Palestina, se destaca como la ciudad más antigua del mundo, con una ocupación humana que se remonta a hace más de 11.000 años. Los primeros indicios de asentamientos se registran alrededor del 9.600 a.C., cuando la cultura natufiense se asentó en esta región, impulsada por la presencia del manantial Ein as-Sultan, que facilitó el desarrollo de la agricultura. Este paso hacia el sedentarismo permitió que la comunidad evolucionara de un estilo de vida nómada a uno basado en la producción de alimentos y la construcción de viviendas.
Jericó, ubicada en el actual territorio de Palestina, se destaca como la ciudad más antigua del mundo, con una ocupación humana que se remonta a hace más de 11.000 años. Foto: National Geographic.
Uno de los estudios más influyentes sobre Jericó fue liderado por la arqueóloga británica Kathleen Kenyon en la década de 1950. Sus excavaciones revelaron que Jericó era más que un simple asentamiento: era una ciudad con una infraestructura notable para su tiempo. Entre los hallazgos más impresionantes se encuentran una muralla de piedra de 3,5 metros de altura y una torre circular de nueve metros, que sirvieron como sistemas defensivos y para protegerse de las inundaciones, esto de acuerdo con los registros de World History Encyclopedia.
Además de sus avanzadas estructuras, Jericó ofrece una ventana a las creencias y prácticas rituales de sus antiguos habitantes. Durante las excavaciones en Tell es-Sultan, se descubrieron cráneos modelados con yeso y conchas colocadas en las cuencas oculares, lo que sugiere una preocupación significativa por el culto a los ancestros y las creencias espirituales. Estos vestigios no solo revelan un vínculo profundo con el más allá, sino también un nivel sorprendente de sofisticación cultural en una era en la que muchas sociedades todavía dependían de la caza y la recolección.
Caral, ubicada en el valle de Supe, a unos 182 kilómetros al norte de Lima, Perú, es reconocida como la ciudad más antigua de América Latina, con una antigüedad de aproximadamente 5.000 años. Este asentamiento, que data del 3000 a.C., fue descubierto en 1994 por la arqueóloga peruana Ruth Shady Solís, quien lideró las excavaciones que revelaron su importancia histórica. Los estudios realizados en el sitio han demostrado que Caral es contemporánea de otras civilizaciones antiguas como las de Egipto y Mesopotamia, lo que la posiciona como una de las cunas de la civilización mundial.
La ciudad de Caral se caracteriza por su impresionante arquitectura monumental, que incluye pirámides, plazas circulares hundidas y complejos residenciales. Foto: National Geographic.
La ciudad de Caral se caracteriza por su impresionante arquitectura monumental, que incluye pirámides, plazas circulares hundidas y complejos residenciales. Entre las estructuras más destacadas se encuentra la Pirámide Mayor, que mide 150 metros de largo, 110 metros de ancho y 28 metros de altura. Estas construcciones evidencian una avanzada organización social y un profundo conocimiento de ingeniería y planificación urbana. Además, se han encontrado instrumentos musicales como flautas de hueso, lo que sugiere una rica vida cultural y ritual en la sociedad caralina.
La economía de Caral se basaba en la agricultura y la pesca, aprovechando la fertilidad del valle de Supe y la proximidad al océano Pacífico. Los habitantes cultivaban productos como algodón, calabaza y frijoles, y establecieron redes de intercambio con comunidades costeras e interiores. A pesar de su antigüedad, no se han encontrado evidencias de armas o fortificaciones defensivas en Caral, lo que sugiere que fue una sociedad pacífica centrada en el comercio y la religión. En 2009, la UNESCO declaró a la Ciudad Sagrada de Caral-Supe como Patrimonio Cultural de la Humanidad.