La extrema derecha de Austria se encamina a ser la formación más votada en las elecciones legislativas de este domingo, según las primeras proyecciones, lo que constituiría una victoria histórica, pero que no le garantiza llegar al poder.
El Partido de la Libertad (FPÖ) de Herbert Kickl obtendría el 29,1% de los votos, lo que supone cerca de 13 puntos porcentuales más que en las elecciones de 2019, según las proyecciones publicadas tras el conteo de más del 60% de las papeletas.
Los conservadores de la actual formación gobernante, el Partido Popular de Austria ÖVP, liderados por el canciller Karl Nehammer, quedarían segundos, con 26,3% de los votos.
Pero Kickl, está lejos de tener garantizado el puesto de jefe del gobierno y puede incluso quedarse fuera de un gabinete de coalición, ya que ningún partido quiere asociarse con su formación.
En su primer mensaje tras conocerse las proyecciones, Kickl afirmó tras este mensaje "tan claro" del electorado, tenderá la mano a todos los partidos del Parlamento.
El país debe "volver a conectar con las necesidades de la población", afirmó Kickl. "Nuestra mano está tendida en todas direcciones", declaró.
En un contexto de auge de los partidos de extrema derecha en Europa, esta formación fundada por antiguos nazis registra mejores resultados de lo que pronosticaban los sondeos.
Tras cinco años de una alianza inédita de conservadores y ecologistas en el poder, el avance de la ultraderecha supone un sismo en Austria, donde el FPÖ integró el gobierno previamente, pero nunca encabezó una votación nacional.
Nehammer, que en las últimas semanas logró recortar distancias con el FPÖ, reconoció este domingo en la sede de su partido la decepción de sus militantes.
"No hemos conseguido recuperar terreno", admitió Nehammer, que prometió "seguir luchando por los intereses del pueblo".
Kickl "despierta el miedo, el FPÖ siempre se agita y nunca tiene nada constructivo que aportar", aseguró Theres Friesacher, una investigadora de 29 años entrevistada por AFP a la salida de un colegio electoral en Viena, recordando el caos y la "corrupción" cada vez que estuvieron en el Ejecutivo.
Desde 2021, cuando Kickl asumió el control de esta formación marcada por los escándalos de corrupción, la popularidad del FPÖ creció gracias a la indignación de los votantes por temas como la inmigración, la inflación y las restricciones por el covid-19, como ocurrió con otros partidos de extrema derecha en Europa.
Este exministro del Interior, de 55 años, hizo campaña en estas elecciones, en las que más de 6,3 millones de personas estaban llamadas a votar de los 9 millones de habitantes del país, con consignas como "Atrévete a probar algo nuevo".
El FPÖ integró el Ejecutivo por primera vez en 2000, lo que desató protestas en el país y sanciones de la Unión Europea.
En la campaña Kickl fustigó las sanciones de la UE contra Rusia, atacó al gobierno saliente y reivindicó el concepto de la "remigración", que implica despojar de la nacionalidad a personas de origen extranjero que considere que no se hayan integrado.
Por su parte, el conservador Nehammer, de 51 años, jugó la baza de un partido "en el centro" del espectro político, a pesar de su tajante postura sobre la inmigración.
El canciller reiteró su negativa a trabajar con Kickl, quien se autodenomina el futuro "Volkskanzler", el canciller del pueblo, un término utilizado con Adolf Hitler en los años 1930.
"Hay mucho en juego", insistió el dirigente saliente tras depositar su voto el domingo, refiriéndose a unas elecciones decisivas para el futuro de Europa y la guerra en Ucrania.
Pese a que la popularidad de los conservadores cayó más de 10 puntos respecto al 2019, el ÖVP, en el poder desde 1987, debería -salvo sorpresas- conservar la cancillería, aunque las negociaciones para encontrar socios serán largas.
Si se confirma la amplia victoria del FPÖ, los conservadores no aceptarán ser el socio minoritario, pronostican los expertos. Probablemente preferirán unir fuerzas con los socialdemócratas (21%) y un tercer partido, que podría ser el liberal NEOS.
Con los Verdes, en claro descenso (9%), hay muchos puntos de desacuerdo y el divorcio parece definitivo.
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