Jorge Yamamoto, psicólogo social, nos menciona algunos de los factores por los que los peruanos nos encontramos en el puesto 6 del ranking latinoamericano. En una entrevista con La República, explica algunos de los puntos principales y lo que el Perú necesita para ser feliz.
—Según el World Happiness Report, que utiliza una serie de medidas de bienestar subjetivo, basados principalmente en la escalera de Cantril, se incita a las personas a que visualicen una escalera y ubiquen su nivel de bienestar entre lo más bajo, lo intermedio y lo más alto.
Esta técnica, probada hace más de una década, tiende a favorecer a los países ricos y a desfavorecer a los países latinoamericanos andinos. ¿Por qué? Porque en Perú, Bolivia y Ecuador tenemos un sesgo de modestia, en comparación con los países anglosajones, los que, basados en su individualismo, tienden a exagerar sus logros con frases como “we are the number one”.
Jorge Yamamoto nos habla de la felicidad en el Perú. Foto: Pucp Education
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—Porque la clase política peruana, el incremento de la violencia y el caos vial son parte de la larga lista de factores que afectan al bienestar nacional y nos llevan a bajar puestos dentro de este ranking mundial.
Sin embargo, el indicador más importante no es el del World Happiness Report, ni el de las Naciones Unidas, sino el que hemos encontrado en estudios de décadas en el Perú: la familia. En los estudios realizados, encontramos que el carácter de la unión y bienestar familiar bajó drásticamente en la pandemia, puesto que ya no había una familia extensa peruana, sino que se fue comprimiendo. Existen traiciones, faltas de reciprocidad, envidia y serruchadera de piso.
Esas son las principales razones por las cuales estamos en un puesto intermedio dentro de la felicidad latinoamericana.
El Perú se encuentra en el puesto 6 de los países más felices de Latinoamérica. Foto: Andina
Sé que lo que voy a decir es este consuelo de tontos, pero tampoco estamos en el fondo de la lista.
—En primer lugar, hacer un giro de la envidia machetera a la envidia progresista, porque, cuando a alguien le va bien, el peruano se siente miserable: primero ‘raja’ y después ‘mete cabe’. Entonces, como los peruanos andamos en grupo, más temprano que tarde se arma una guerra de grupos. Y así el callejón, el barrio, el condominio en Asia y las empresas se vuelven una guerra de todos contra todos, para el malestar y la suma a cero.
Esto es diferente de lo que ocurre en el Perú andino. Cuando un huanca progresa, el otro se siente mal, pero, en vez de enfocar su energía en lo negativo, dice “yo también puedo”. Entonces, su atención no se centra en fastidiar al otro, sino en ver cómo lo hizo, imitarlo y superarlo.
Por tanto, esa es la envidia progresista que necesitamos. El otrora envidiado empieza una especie de pugna lúdica que termina en un ascenso social.
El Perú andino aplica una envidia progresista. Foto: Psicología de la felicidad
En segunda instancia, tenemos a una tremenda crisis de valores, en la que, a través de una encuesta realizada a nivel nacional, urbano y rural, la población dio a conocer que los valores que le dejarían a sus hijos para un Perú mejor serían el respeto, la honestidad y la responsabilidad. Si incluimos estos valores en cada casa, escuela y medio de comunicación, este Perú sería diferente.
Y tercero, reestructurar el sistema de elecciones. Porque está diseñado de tal manera que lo peor de la sociedad termina legislando y dirigiendo al país.
Teniendo estos tres factores, este país cambiaría en una o dos generaciones, lo cual es un tiempo récord.
—Ah, es un impacto muy grande. En los estudios que hemos realizado, un buen lugar para vivir con seguridad, sin violencia, ni delincuencia son factores de enorme importancia, que se amortigua cuando hay soporte de la familia, de los amigos y se confía en el sistema policial y judicial. Como comprenderá, esto no ocurre en el Perú.
Por ejemplo, con las extorsiones, que es de las peores cosas. Si ya pagar impuestos en un país donde el tributo se va al Rolex de turno, la obligación ejecutada por las extorsiones que te fuerzan a pagar dinero para que no maten a un familiar representa una de las peores situaciones. Entonces, ese aspecto, en específico, debidamente atacado, haría que suba el índice de felicidad y, por supuesto, el desarrollo en el país.
—Primero, aceptar que estamos en una situación caótica, inmoral, en una crisis de valores, pésima salud mental, disparo de la ansiedad, de la depresión, falta de motivación y de falta de ilusión por un Perú mejor, para luego poder empezar a hacer una revolución a la inversa.
Al aceptar esto, podemos mirar hacia dentro y generar un cambio a través de nuestras acciones y predicar con el ejemplo a familiares, amigos y colegas. No podemos cambiar el Perú, pero sí empezar una revolución y, quizá, seamos más felices.