Rusia insistió ante el Consejo de Seguridad de la ONU en que Ucrania es responsable de la destrucción de la presa de Kajovka, en el sur del país, y dijo que quiere que Naciones Unidas investigue lo ocurrido.
“En la noche del 6 de junio, el régimen de Kiev cometió un impensable crimen al hacer explotar la presa de la planta hidroeléctrica de Kajovka, resultando en una descarga incontrolada de agua en el río Dniéper”, denunció el embajador ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia.
El diplomático acusó a las autoridades ucranianas de haber considerado ya el año pasado un ataque contra esta infraestructura, situada en un área bajo control de tropas rusas, y lamentó que el Consejo de Seguridad no hiciese nada ante las advertencias de su país al respecto.
Efectivamente, Moscú trasladó una carta en octubre del año pasado a la ONU, en la que denunciaba “planes del régimen de Kiev para destruir la presa” y, en particular, la posibilidad de “lanzar minas marinas aguas abajo por el río Dniéper o un ataque masivo con misiles”.
Nebenzia defendió la tesis de que Ucrania optó finalmente por destruir la instalación por el incondicional apoyo de Occidente y su sensación de “impunidad”, y consideró que la acción puede suponer un “crimen de guerra”.
Según el embajador ruso, este “sabotaje” tendría dos objetivos: atraer la atención para facilitar el reagrupamiento de tropas ucranianas en un momento en el que —dijo— su contraofensiva no está avanzando y provocar “el máximo daño humanitario” a la población.
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La ruptura de la presa a orillas del río Dniéper, línea divisoria entre los ejércitos ruso y ucraniano en el frente sur de la guerra, provocó evacuaciones de más de 2.000 residentes de ambos lados y daños ecológicos aún por cuantificar.
La caída del nivel de la presa de Kajovka dificultará el abastecimiento de agua de Crimea y el riego de los cultivos de la región de Jersón, aseguran los rusos.