La historia de Osel Hita Torres resulta fascinante. Cuando apenas era un bebé en los años 80, Hita, ya un adulto de 38, fue designado como tulku o reencarnación de Thubten Yeshe, un carismático lama budista nepalí con una gran ascendencia sobre los jóvenes hippies de los 60 y 70.
En el año 1986, con 14 meses de nacido, sus padres, una pareja de hippies españoles que vivía en la Alpujarra con cuatro hijos más, lo entregaron a los monjes tibetanos.
Tras ser designado como la única persona occidental declarada por el dalai lama como la reencarnación de un maestro budista y rebautizado como Tenzin Ösel Rinpoche, millones de sus seguidores alrededor del mundo pasaron a adorar al pequeño niño lama español.
El lama Yeshe fue relacionado con la cultura hippie y se comenta que el hombre decidió romper así las barreras culturales que alejaban a su doctrina religiosa del mundo occidental.
En una de sus visitas a España, Yeshe conoció al matrimonio formado por María Torres y Paco Hita, padres de Osel.
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El líder espiritual vislumbró que sería en el lugar donde vivía la pareja que regresaría a la vida después de morir.
El nacimiento de Osel encajó en la profecía del religioso y fue trasladado a la India para su formación.
Cuando rememora su infancia, Osel habla del sentimiento de abandono, al creerse vendido por sus padres, así como los estrictos códigos que a los que estuvo sometido mientras crecía a miles de kilómetros de España.
Según detalla la serie documental “Osel, un viaje al infinito”, no podía hacer deporte, ver películas, ni comer acompañado de nadie.
Se dedicaba a estudiar durante horas, entre 8 y 16 horas al día, a menudo textos en tibetano.
A los 18 años renunció al nombre de Lama Tenzin Osel Rimpoché y se marchó del monasterio hacia Ibiza, donde vivía su madre.
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Siendo aún un adolescente, Osel descubrió en la Ibiza de Pachá las drogas y las raves, populares fiestas de electrónica que se continúan realizando en la isla.
"Mi crecimiento se frenó y hay muchos aspectos en los que aún tengo que madurar: convivencia, sociabilidad, conocerme mejor y saber quién soy", comentó en una entrevista con El Mundo a los 24 años. Para esa edad ya estudiaba Cine en Madrid.
Ahora, a sus 38 años, se siente en paz con su familia y con su pasado religioso, es padre y activista medioambiental.
Sin embargo, reconoce que "su infancia estuvo llena de sufrimiento", pero no ha renegado del budismo y afirma que sigue manteniendo un fuerte vínculo con Tíbet.